8 de septiembre de 2020

NO PIENSES EN UN ELEFANTE BLANCO


Yo creo que no es tan simple como pensar que, como hasta ahora, hacerlo con alma y corazón y un tacto delicado, y buen aroma y pellejo duro, salpicadura ocurrente y fuego puro arrebatado de las entrañas, ya con eso iba a ser efectivo, satisfactorio, suficiente. Creo yo que no sé ni atreverme a decir cómo quiero que embista, que bese, que construya y seduzca, que reduzca a cenizas, que afee lo turgente, embellezca el vivo marchar de lo que se está pudriendo tan alegre. Yo no lo sé decir siquiera, no sé decir cómo quisiera que a partir de esta raya que hago en el suelo _____ , empezase a ser lo que escribo de ahora en adelante, no sé decirlo, ni imaginarlo, imagínate soñarlo, y también hacerlo, hacerlo realmente, soltarlo libre a la vida de la gente, de las flores silvestres, de los cerdos, los chotos, los jamelgos, bueyes, roedores y berzas lomos y parterres, y nabos y zarigüeyas, tábarros, coliflores fragantes, remansos y ventiscas, minerales humildes, líquenes rovellones rebeldes, incandescentes espárragos hiriendo desde abajo desde dentro la piel de la tierra y rasgando conquistando su derecho al aire a bocanadas robadas a la faja gaseosa que nos aprieta contra el suelo. Yo no sé decirlo, y no sé si soy quién ni tanto, y no sé si voy a tener lo que quiera que haya que tener para hacerlo, contener tanto la respiración para tan fuerte y tan ligero levantar tan deseado el vuelo de mí y el vuelo de la gente. Yo no lo sé decir ni pensar ni sé si seré quién, pero sí que me atrevo a dejar aquí mencionado que sí que estaría bastante bien escribir algo como lo que en otras partes he leído, y que me vino a decir: ahora ya, a partir de haber leído esto, ahora ya no puedes mirar para otro lado.
Jag.
30_8_2020


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