3 de mayo de 2011

ENTUSIASMO. Una reacción natural en tres movimientos.



1. Mi herencia.
Acabo de tirar a la basura una hoja en la que hablaba de lo trágico que es el no sentirse querido. En esa hoja que ahora descansa en mil pedazos, mi espíritu agonizaba de inutilidad y mi mundo por aquel entonces, era un lodazal en el que cualquier movimiento sólo traía nuevas manchas a mi vida. Manchas que yo creía indelebles… Me dolía tener la impresión de que mis momentos esperanzados no son más que momentos de hacer buenas lecturas de la realidad. Que todo depende de tu elección y del buen estado de tus defensas.

De pequeño me molestaba la capacidad que tiene mi madre de ver el lado positivo de las cosas, la facultad de ir encajando con buena cara tantos reveses en la vida. Creo que odiaba ver cómo se resignaba a las cosas. Me desarmaba, me ponía frenético cuando a mi rabia por alguna injusticia que yo le contaba, o que estaba ocurriendo ante nuestras narices, ella le respondía con calma. Ha pasado mucho tiempo entre aquel tiempo y este tiempo de hoy. Y ha pasado seguramente mucho más que tiempo. Hoy entiendo de alguna manera que mi madre siempre ha sido invencible, que nunca ha dejado un resquicio de debilidad. Su respuesta positiva ante las pequeñas y grandes tragedias que pasean, impunes muchas veces, por las vidas de todo el mundo, era la mejor manera de no entregarse al desaliento. La mejor manera de conservar en buen nivel sus defensas. No se estaba resignando a los problemas, sólo estaba asimilando su ineludible presencia y conviviendo con ellos en armonía. Lo malo va como loco por la calle, encuentra tu casa, entra sin llamar y se te sienta a la mesa, y te quita la comida de la boca, si se le antoja. La serenidad de mi madre está en que le abre la puerta antes de que la eche abajo, le reserva una silla y le pone un plato en la mesa. Se irá cuando se tenga que ir.

Tomarse los problemas con calma no es resignarse a ellos. Tu mente y tu corazón -si evitas entregarte a la rabia o la desesperanza- estarán en mejor disposición para encontrar soluciones. Nada bueno va a venir poniendo un grito más en este mundo, sólo entretendrás inútilmente tu cabeza e interferirás sin permiso en la vida de los demás, que están ocupados con sus propios problemas.

Si los problemas han entrado en tu casa, no te entregues a ellos ni cambies tu menú. Tu principal objetivo debe ser procurarte día tras día una buena digestión, y no permitir que los reveses te agrien las palabras ni dibujen un rasgo sombrío o violento en tu cara, pues tu digestión, tus palabras y los rasgos de tu cara –no importa si no lo sabes- son un ingrediente esencial e insustituible en la vida diaria. Es mejor salir a la calle con lo mejor que tengamos. No podemos permitirnos la irresponsabilidad de arruinar, por rabia o desesperación o impotencia, el día de los que viven a nuestro alrededor.

Aunque no siempre soy lo suficientemente fuerte, llegar a saber eso es la serenidad que he heredado de mi madre. Debo seguir educándome en ello y colaborar, en la medida de lo posible, con la buena marcha del mundo.


2 Una lluvia de pringue ardiendo.
Hoy me he levantado con una hinchazón en la mejilla izquierda, por la parte de la comisura del labio superior. Desde fuera puede parecer un problema dental. Pero no lo es. Puede parecer la picadura de un insecto, pero no lo es. En mi interior sé lo que es: ESTRÉS.

Ya empecé a notarla al despertar, que serían las cinco y pico o las seis menos algo, y ha ido creciendo hasta ahora, que voy en el tren a buscar el sudor de mi frente. He dormido bien: anoche, a una hora decente y en pleno uso de mis facultades electivas avancé el índice adormilado hacia el interruptor de la TV y mandé a tomar por culo la prórroga del Suiza-Ucrania, que andaban espantosamente igualados en la mediocridad. Pero me he despertado con lo de ayer, con lo de hoy y lo de siempre. Una hinchazón como esta ya me salió una vez hace bastante tiempo. Estaba febrilmente enamorado, y al despedirme de Ella aquel domingo, y montarme en el bus, camino de mi casa de estudiante en Granada, con la tristeza de cambiar lo más amado por lo más roñoso (el ambiente en aquella casa estaba tan enrarecido para mi, que esperaba encontrar cualquier cosa menos tranquilidad), empecé a notar que se me hinchaba el labio superior. Creo que aquello era un bajón de las defensas. Como hoy. Ahora no estoy enamorado ni febrilmente nada (¡lo que me faltaba!), pero me siento asediado por mil preocupaciones, mi afición favorita. Principalmente me escuece el trabajo de ahora, una empresa integrada (o desintegrada) mayormente por ladrones, ineptos, hipócritas y borrachos en la que por muchos esfuerzos que hago no me hallo. Como alimento de la hinchazón, a esto le sumo la aceptación consciente de algunos CURROS GUARROS relacionados con el puteo artístico a realizar en el tiempo libre. Voy a hacer un trabajo de moltes gràcies y pocas nueces, y teniendo la sensación de que a veces sólo encuentro gente que no hacen más que aprovecharse de mis habilidades y mi falta de encargos. A lo mejor, de tanto golpe recibido, he acabado ansioso y necesitado de sentir que la parte más espiritual de mi ser puede volver a hacer algo ÚTIL y REMUNERADO. En este sentido, la aportación que recibiré será apenas simbólica, pero sigo adelante, que más triste es reconocer que ahora pago el alquiler dando martillazos y soltando escupitajos. Y no está mal volver a ganar un mísero trozo de pan con el sudor deseado.

Y también se han levantado conmigo las mismas culpas con las que me acosté. La certeza de mis ineptitudes a nivel social, profesional, sentimental y personal. La falta de tacto con los amigos, o peor aún, la ausencia de tacto, por no decir lo peor: la ausencia de amigos; el absoluto escepticismo con relación a comprender o a ser comprendido; la soledad tan desgarradora y tan cómoda y maternal, tan comprensiva con mi falta de FE de puertas para fuera. Y lo aburrido que es vivir, que no es menos grave ni menos doloroso si lo dices más suave. Ni para el que lo reconoce ni para el que lo escucha, que no hay que tener miedo de que todo arda o explote, pues si tiene que ocurrir, el miedo no lo va a evitar.

Todo se ha levantado latiendo por dentro de mis labios esta mañana y se ha metido conmigo en la ducha y se ha tomado el mismo café y se ha vestido con los mismos lamentos y miserias. Y ha visto a las mismas mujeres rotundas y preciosas bostezando en el tren. Y latiendo por dentro del labio me ha hecho gritarme que adelante, adelante, que todas se vuelvan con sus maridos o que busquen en otros sus ilusiones perdidas o sus anhelos por encontrar. Que no cuenten conmigo, que he perdido las preguntas y las respuestas, que soy un hombre asquerosamente libre de torcerme y recuperarme a tiempo de pagar la entrada de un chalet en el abismo. Que sólo quiero paz y serenidad. Que me muero de miedo y de risa con esta capacidad de amar que aún conservo de Dios o de mi madre. Y adelante, adelante. Que me tiren piedras y me escupan por los caminos, que destrocen los amores antes de que se me acerquen, que se caguen en el respeto que me haya ganado para alguien. Que me cierren las ventanas. Que se coman las llaves de las puertas. Que me hundan y me revienten y me inventen requisitos que no pueda cumplir. Que vengo de medio ahogarme en un desdichado mar de imbéciles y he mantenido a flote las ganas de seguir sonriendo, ha desaparecido la hinchazón de mi estrés y aquí me tenéis, como me veis, con mi misma cara de príncipe de la derrota, escupiendo y besando con normalidad, con total independencia con respecto a cual dirección lleva el viento.


3. Mi motor vital.
Pues finalmente lo hice. No me importa en qué proporción lo hecho es un acto desesperado o un arranque de lucidez. Puede que ambas cosas y algunas más, y sólo dependa de la óptica, pero ya en las tripas y en el corazón se me estaban haciendo viejas las ganas de darle un zarandeo a toda esta mierda. No he recibido ninguna señal del Altísimo con que afrontar los inciertos tiempos venideros, los miedos, no sólo no los he superado, sino que además tengo la impresión de que no los he medido en toda su extensión y profundidad. Así, con esta desesperada e ingenua chulería olímpica que me adorna, he decidido que ya no tenía sentido seguir con aquellos hábitos y aquellas junteras que me hacían sentir como en La Legión Extranjera: he dejado el trabajo.

No dejaba de machacarme una cita que saqué de no sé dónde y apunté en el cuaderno, OMNIA MUTANTUR, NOS ET MUTAMUR IN ILLIS: Todo está cambiando, nosotros cambiamos con ello. O algo así. Seguramente me van a escocer mis decisiones, pero ya está bien, si me voy a hundir en la mar procelosa, que no sea en puerto ni con brújula prestada.

Más tiempo que dejo atrás, en el que tuve tiempo de plantearme en lo más hondo que equivoqué el camino, que soy una víctima de decisiones erróneas en el pasado, malas influencias, sueños que me superaron, etcétera. Miré mi vida con los distintos adornos de cada época, cada una con sus luchas y anhelos, con las dificultades y ayudas propias. Le he dado la vuelta al calcetín varias veces, me he planteado todo desde las vocales, me he mirado desde la lámpara y he intentado agrupar mis empujes y analizar hacia dónde iban, qué buscaban. Y no fueron golosinas lo que encontré en los infiernos de mis luchas estériles. Me he visto inútil y derrotado. Y dolorosamente equivocado desde la raíz. Abandonado en la oscuridad sin la más mínima esperanza de nada. Ahora mismo me importan un carajo todas estas consideraciones. Mi proceso he vivido y todo tiene su sentido en su tiempo. Todo es lógico o no. Pensar no es gratis, y lo que pienso y he pensado acerca de mi vida puede estar diametralmente equivocado en un momento y ser una verdad poderosa al segundo siguiente. Y qué leche importa todo eso, si algunos días te levantas y notas que hasta el rumor de las tuberías está vivo y viene en tu contra. Todo se está moviendo y nosotros nos movemos en ello. A veces, con ardor arrebatado pones en un papel semillas que te vienen directamente del alma. Y las pones a crecer porque estás alimentado en la certeza de que esa es tu aportación para que todo siga girando en este universo. Que a la mañana siguiente te dé asco incluso la idea de limpiarte el culo con ese papel, no define tu momento anterior ni el presente, créeme, no es que hayas madurado o crecido durante la noche. Ni te has vuelto loco ni te has librado de la locura. Ese cambio no tiene que deberse a una razón profunda. No te define a ti, ni mide tu cobardía, ni tu inteligencia, ni tu temeridad. No otorga una nueva dimensión al azaroso vaivén de tus apetencias ni hace más ni menos valiosas las semillas de tu alma. Ni las de anoche mismo ni las del futuro ignoto. Nada es pertinente en sí.

Todo es frágil y nosotros somos frágiles en ello. Labrémonos unos buenos cimientos sobre los que levantar el porvenir. Y asentemos con fuerza los pies de nuestras ideas en esta tierra de nuestro país que está en nuestro continente que está en nuestro planeta que gira alrededor del sol que está girando junto a su constelación y alrededor de la galaxia que es una parte mínima del universo en expansión o contracción o excreción o cualquier otra cosa presumible o refutable que a lo mejor sólo es un átomo mínimo que está girando en una molécula componente de un órgano de un bicho que no nos cabe en todas nuestras neuronas juntas que al mismo tiempo está pegando un salto en otra tierra de otro país de otro planeta de otro etcétera, etcétera, etcétera. Y nosotros ahí, atrincherados con nuestras certezas, apuntándolas en un papel, con un ojo vigilante puesto en la noche oscura que acecha.

No me sentía artista en ese tiempo que dejé atrás, pero ¿quién quiere escuchar mis malditas certezas?

Firmé mi baja voluntaria y me quedé sin ingresos fijos. Bueno, perdí esa absurda sensación de seguridad que da el recibir una vez al mes la cantidad irrisoria que una vez firmé en un papel y que sirvió para que alimentara mi ilusión de independencia: un mes de peón insignificante categoría nueve en una multinacional y ya puedes pagar el alquiler, la luz, el agua, el teléfono, la comida y los gastos imprescindibles, la ropa que no lucirás (porque alrededor de doce o trece horas al día y seis días a la semana vas vestido con ropa condicionada por tu trabajo), la música que sólo escucharás en el coche o en el metro… Y después de todo eso ¿qué te queda? Pues te queda el tiempo justo para ir corriendo antes de que cierren las tiendas, a buscar un caprichito que comprarás con evidente furia desbocada, porque has caído en la cuenta de que comes cada día no cuando tienes hambre, sino cuando dicta la lógica laboral, y has descubierto que tus horas de energía y tus años de salud son para tu empresa. Y lo peor es que la juventud la has desperdiciado preparándote para cumplir el máximo de requisitos que diesen tus fuerzas, pues te contaron que a más estudios, mejores trabajos, más dinero y más dignidad. Y la vida está pasando y lo que quieres hacer se está desdibujando y ya casi lo confundes con lo que puedes hacer. Tu ilusión de independencia. Corre, corre, antes de que cierren las tiendas, corre y no pienses más en derechos ni en justicia social ni en edificios ardiendo ni en gente que sonríe.

Sí, he perdido mi contrato con horarios regulados e ingresos fijos, pero voy superando las primeras noches de paro, en las que te acuestas y no estás cansado, y te levantas a mear sin ganas, a comer sin hambre, a ducharte otra vez, chequear el correo, asomarte a la ventana sin nada que ver en la calle y preguntarte hasta las tantas cuál será el jodido signo que distingue a los que heredarán la tierra.

El dinero va bajando constantemente, pero estoy criando la alegría reveladora de alejarme por elección propia de profesionales que tienen la mezquindad como objetivo, de redomados inútiles habituados a una miseria espiritual que sin remedio les impide entrar en contacto con la más mínima noción de dignidad. Digo adiós a los ignorantes que confundieron mi nobleza con su necedad, adiós a tanto jefezuelo bravucón irresponsable hipócrita adulador y pobre acorralado. Adiós a los que con mi entusiasmo incondicional apuntalaron su vagancia. Adiós.

He vuelto a mi antigua vida laboral, que aunque cada día come incertidumbre, es la que ha alimentado y hecho crecer durante décadas enteras este cuerpo y este espíritu que os escribe lo que veis y aún más de lo que veis. Puedo parecer un soñador presuntuoso que vive en lo alto de un árbol, pero creedme, me sostengo con las mismas proteínas que el común de la creación, secreto y requiero con ahínco los mismos fluidos, y los mismos procesos químicos hacen posible que respire con efectividad y pueda dar, con mi aliento, mi parte de calor al mundo. Mis dolores son conocidos y comparables, mis anhelos, de entrada, no están lejos de los de nuestros padres. No hay reservadas para mí en la vida ni más piedras ni más flores que para vosotros mismos. No observo rasgo genial que me distinga ni aura divina que me eleve. Abrid los ojos y afilad, pues, el entendimiento. Aunque no leéis una epopeya ni un pasatiempo, tampoco tengo en mi mano el machete del revolucionario que abre paso en el zarzal, ni el candil del filósofo que rompe lo oscuro: soy un trabajador.

Sí, consciente de que tomo parte mínima en un proceso energético de dimensión universal, me ocupo de canalizar y situar en un marco adecuado mis fuerzas. Soy un trabajador que sólo quiere hacer algo útil. Sin más. Pero quiero que mi despertador sea mi propio Entusiasmo, quiero Nobleza en el almuerzo y Dignidad en la paga. Cambio vacaciones de un mes al año por satisfacciones diarias, aún a costa de mi tiempo libre. Y quiero crecer, como todos, pero que todo crezca de mi mano. Nunca a su pesar.

No pongo nombre a lo que hago porque quiero que mi campo sea un espacio abierto y luminoso al que alimente incluso una lluvia remota. Quiero mi huerta fértil todo el año, abrir mis puertas a los demás y llenar la despensa con el secano y con el regadío. Básicamente voy a seguir comiendo de lo que he ganado, e incluso voy a compartir con otros. No espero esto de la vida, hace ya años que he salido a buscarlo.

Sí, soy un trabajador, un artista sin subvención ni político de su parte. Nací pobre y sólo tengo fe y buen espíritu, por eso vivo del sudor de mi frente. Pero si para vivir tengo que poner en juego un bien tan preciado, tened por seguro que hago lo que hago, porque de siempre he sabido que, para que mi vida sea vida, al Hambre que me levanta por las mañanas, le tengo que dar mucho más que pan.



“Entusiasmo. Una reacción natural en tres movimientos.” Texto del catálogo de la exposición “María Ortega con Orquesta Paradiso”. Arxiu i Biblioteques del Ajuntament de Sagunt. 2006.

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