30 de septiembre de 2011

MEDIA VIDA, TÚ.

Últimamente, cuando en el campo de los sentimientos, me pongo delante de una chica y me quito adornos y máscaras y otras cosas inútiles, y en definitiva, desnudo mi alma mi corazón o lo que quisieran los presocráticos y toda la cohorte de la poesía trovadoresca que de pueblo en pueblo y de aldea en aldea fueron inventando una explicación para los desórdenes estomacales que nos provoca el ponernos delante de una mujer hermosa de mirada serena o lasciva, de alma turbulenta o tranquilizadora y brazos acogedores, piernas nerviosas y un vientre tibio o una melena prometedora, húmeda o quebradiza, cuando me pongo delante, digo, y con sólo abrir la boca, el amor se me escapa anhelante como un pájaro mendigo que ha buscado mil años una rama en la que posarse, y sentirse tranquilo a pesar de que el viento haya ido a la contra y el canto le sale frío, últimamente, digo, cuando casi ni me duelen los pies heridos del polvo del páramo reseco, cuando casi ni me acuerdo de la fe que inventaba en aquellos tiempos de cauces marchitos, últimamente, cuando a mi propio obrar y sentir estéril me he sobrepuesto y me he puesto delante de aquella chica del encabezamiento, y le he sacado la mejor florecita que yo tenía, me he encontrado con que ante mis propios ojos y a pesar de tanto que prometía, esa chica se me vuelve de papilla de flan de tostada de nada. Y mientras yo, pensando, siempre, al menos dos o tres últimamentes, que qué leche había visto o cómo las había mirado o qué ingrediente precioso falta en mi dieta diaria para haberlas olido estatuas marmóreas imponentes de caramelo de piña para un dios un rey o un mendigo como yo. Y luego a desandar el camino del entusiasmo porque no prospera, el de la Fe ahogada entre zarzas absurdas que no entienden otra cosa que su lecho de piedras. Y luego a encoger el ala y a buscarse tontamente una explicación en un idioma que no desentone delante de la gente, luego a des-saltar el salto, desabrazar el abrazo y desbesar el beso que tenía preparado para ella, porque caigo fijo en la cuenta de que aunque a esa chica se la ve convincentemente de pie y entera, yo ya la estoy viendo derretirse y confundirse con esta vida normal, y yo no puedo y ella no quiere o ella no siente y yo no debo o ella no puede y yo no siento o quiero o debo o cualesquiera de las fatales combinaciones que pueden darse entre dos que se encuentran frente a frente e intuyen que el frío nada tiene que ver con la atmósfera o el cuerpo cortado, y ven cómo sin remedio la solución se está derritiendo o se está disipando o todo resulta ser no más que tonturas de presocrático o caprichos de trovadores sin casa, con absoluto horror a la prosa animal o callejera. .

4 comentarios:

  1. Es precioso....es emocionante...tiene que continuar, por favor!!

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  2. Gracias! La otra media vida se está redactando AHORA. Paciencia.

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  3. Continuaste sobre el tema?...mi mente ansiosa pide más y más...

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