22 de julio de 2015

Aunque cansado, superado,

en parte,
por las facturas que me siguen llegando
por mis ingenuidades,
lo cierto, lo que no te puedo esconder,
es que me salió te quiero
a las primeras del todo.

Ya ves tú, me dije,
los elementos que tienes
para semejante conclusión. Pero cómo
taparme algo así, me dije además,
con vergüenza, con orgullo?

Ni me lo tapé ni lo saqué
al aire. A ese superar un miedo
no siempre le sucede
una alegría, y al valor
de mi ignorancia no se le engaña.

La vaga iluminación de quienes
lo tienen todo perdido, no me sabe
disfrazar más vivible el cansancio
por la épica de quienes lo han intentado. Y sí,
temeroso pero ofrecido, y allá la vida,
si se me ensaña.

Así, con esos ingredientes, con
esos deslengües deficiencias que
traigo de fábrica, desnudo
desasistido en mitad
de mi propio eco,
desde que te trato.

Y luego, apenas
masticando lo que te digo,
hermosa propiciadora, no creas
que no he tenido tiempo para la duda,
para acabar viéndome entregado
a la sinrazón,
a un dolor insípido.

Después
un día y otro, y cada uno
con su escrito, que es tuyo, aunque
también
tiempo de ponerlo todo del revés,
sentirme tontamente solo, y no tener otra
que preguntar hasta el fondo
si fuese posible saber,
si en algún recoveco de todo esto,
el querer que te decía,
tiene una llama
mínima de amor
que va a sostenerlo todo.

Oscuridades he pasado,
equivocaciones y despistes
que a los amaneceres se han rendido.

A mí me sale hoy
lo mismo que te digo,
y no entiendo ni hago más
que dejarme seguir.



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