13 de agosto de 2017

YO YA LO DIJE UNA VEZ,



se me encoge el corazón cuando voy perdiendo.
Y a vosotros os va a parecer una debilidad, como un pujeo. Y es doble el dolor por la injusta confusión, me parece.
A mí no me compensa el superarlo, y mi sonrisa ni lo quiere ocultar ni lo justifica.
Yo soy un ganador frustrado, yo soy un campeón sin prenda, príncipe nacido a menos, mago sin trucos, componendas. Yo soy un país sin enseña y besamanos, soy un dios sin verdad, un rey mendigo sin corona ni mendrugo.
Se me encoje el corazón, ya lo dije una vez, cuando voy perdiendo, porque ya no me hacen gracia los chistes de Dios, y mi tristeza es una furia arrasadora, una descomposición de lo conforme, que se marchita a lo pavo.
Y ya verás qué pronto ensucio mi poema.
Debajo y por dentro de todo ese claudicar que tú me ves, debajo y por dentro de mis sucios ladridos a la luna nueva que no te huele, debajo, por dentro de toda esa derrota y miseria del vivir tan seco de tus caldos,
está el puro amor sencillo
que puso a perseguir
las tribus a las manadas,
los bichos a las flores,
los fuegos a los espinos,
las charcas
a las ganas de vivir de los campos.
No son las nubes las que tiran de los vientos,
no son los pájaros los que sostienen en vilo las ramas del árbol.
Es el puro amor sencillo, entérate
y aleja el regocijo por mi aspecto derrotado.
Nadie se confunda, nadie se apoltrone en las conquistas del momento. Sólo vale el amor puro que todo lo sobrevive.
Nacimos tú y yo con sabor a sangre y mierda en los labios. Nacimos tú y yo, y nos estallaba la luz en nuestras pequeñas cabezas, y dolores de alegría, y jadeos de aliento, sollozos de esperanza y sonidos desconcertantes.
Y todo era imposible en nuestro nulo entendimiento, y todo era miedo y frío en nuestro corazón recién encendido, demasiado grande todo en nuestras pequeñas manos abiertas al albor extraño del primer día.
Pero yo nací con eso
grabado a fuego en las entrañas,
yo nací con eso que tú sabes
porque yo también lo sé,
nací con eso que saben las manadas
porque lo saben las tribus,
con eso que saben las flores
porque lo saben los bichos,
eso que saben los espinos
porque lo saben los fuegos,
sí, tú lo sabes, nací con eso
que saben las charcas
y las ganas de vivir de los campos.
Yo lo tengo de nacimiento,
y ya puedes vestirme para siempre
del color de las derrotas,
ya puedes pintarme para siempre
de miseria todo lo que me presenta,
me define y me nombra,
que yo siempre me acuerdo
-pues lo llevo en carne viva-
de eso que tú y yo y todos sabemos,
y es lo único que importa. Y a eso voy solo, si es que tú no vienes de mi mano.
Tú no me vas a ver bebiendo con los tibios, te lo advierto. Tú no me vas a ver paseando con biempensantes, que lo arreglan todo con un canapé de suelta, con un vasito de acepta, con una conchita de sé agradecido con esta puta vida. Yo soy un sencillo ganador, y pierdo, tan sencillamente, cuando la vida no me lo da todo.
Que nadie me venga ahora con que el destino se me va a abrir de piernas en un descuido. Que nadie me diga que sonría, que todo puede ir a peor, y que la vida es un breve soplo de aire limpio que refresca la humedad y tersura de nuestro rostro lavado en la fuente.
Yo ya vengo de reciclar los envases de la ternura, yo ya vengo de cantar esplendores cansados en la tarde que marchita. Yo soy yo mismo sin la opinión de quienes pasaron la guerra en mi pueblo sin tener que correr ni un metro. Yo soy yo mismo, sin envoltorios, sin cartel, sin flyer, y sin que me bendigan desde un balcón. Yo soy yo mismo, y soy bastante más que los que se hicieron a sí mismos con la pasta que robaron sus abuelos. Soy yo mismo sin que me jaleen los herederos. Yo mismo, sin esfuerzo aparente me hago, viendo cómo pasan los trenes.
Sí, ese mismo corazón de hace unos párrafos y unos cuantos años, igual de frágil, desnudo e indefenso debajo de capas y capas de armaduras destrozadas. Soy yo, tan tierno por desguarnecido, tan bello por apaleado.
Soy yo, y siempre me acuerdo. Sólo vale el amor puro que todo lo sobrevive.
Que les den vientos de tormenta a los que confunden dar vida con dar consejos, que les den luces para sus vidas satisfechas de nacimiento. Y que sigan por su cuenta y me olviden, pues no soy una promesa ni un fichaje del verano. Que sigan adelante con su vida de vegetal que exhaustiva los cantos de sus colores y aromas, mientras la podredumbre les asciende por los pies, desde la tierra en la que han nacido.
Que me dejen en paz con su alegría, y dejen de pacificar mis guerras.
Que ellos sigan en su mundo, mas tú no te equivoques conmigo. Yo no quiero tener que explicarte cuánto me molestan los regalos que no he pedido. Yo no quiero tener que explicarte mi desprecio elemental por las babas que intentan colárseme en la foto. Yo elijo. Es así de simple. Yo pierdo, pero yo elijo.
Ya lo dije una vez, y tú no te equivoques conmigo. Yo soy la flor y el palo, yo soy la tormenta, el cañón ensangrentado, yo soy la dentellada salvaje y el río enfurecido, el rayo que afila los aceros debajo del rostro dolido.
Todo eso, por dentro y por debajo de mi lágrima seca y mi silencio atronador. Todo ese protocolo muerto de príncipe descamisado.
Pero no me confundas peregrino. Es cierto que no canté tus himnos, ni en tu piel agité bandera, es cierto que no viví tu alma y de tu cuerpo nací desahuciado, mas no es débil claudicar si es amor el fluido que muerde mis entrañas, no es de muerte mi silencio si es amor lo que oculta mi rostro.
Todo es sencillo, y ya lo dije una vez.
Yo te soy más que el corazón que me ves, ése que una vez ya dije que se me encoge cuando voy perdiendo.

Jag.
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