2 de mayo de 2021

EL HIJO, LA HOJA, EL ÁRBOL

 

Me asomé a ti y te dije hola estoy siempre haciendo un libro, uno como de nadie, con su frío ardor tan certero y específico, un libro como no pudiera ser otro, y el libro era yo. 


Te pregunté cosas, me respondías planetas, yo decía está bien vale de acuerdo, estoy haciendo desde sus raíces un árbol para dónde plantarlo, creciera benefactor, fuerte, amable, vigoroso, su propio sol y a sus pies su sombra, estabas tan suave tan absorta, y el árbol era yo. 


Quería seguir cerca tuya, entender la ola, la ballena, el frío y la calor, quería preguntar al sol a la estrella, al viento al pájaro, la leña la caricia, preguntar por el pan y por el fuego, preguntar por la osa y el caballo, el tomate, el papel de culo la frambuesa, preguntar por la electricidad en serio, por la llave, por el número, por el ansia, por el deseo la ternura, preguntar y preguntar por la mesa la mano, poner el hecho acertado en su momento, la palabra buenamente, y brotar serenidad al trote, y el hijo dónde está, el hijo, la cosa que está aquí dentro expresándose como eso que sabe que será y respirará con sus ganas, el hijo. El hijo era yo.


Ahora la madera se descompone, el sol baja los párpados y el viento pasa sin piedad las hojas en blanco. 


Sigo respirando lo que de bueno hay en mi vida, me limpio del daño. Será que soy más joven de lo que me parece, que veo que el mundo está todavía demasiado lleno de ti, y ahora mismo no encuentro en mi corazón tiempo ni lugar en los que pueda mantener a salvo mi alegría y mi tormenta. 


Jag.

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