9 de febrero de 2013

LA ATENCIÓN EXTRAVIADA.

Hay un tiempo, que es la reunión de muchos tiempos, que podríamos llamarlo nuestro tiempo despreocupado.

Nos pasa casi completamente desapercibido, aunque a poco que te fijes, ahí está, delante tuyo. Un buen día coge cuerpo, y se te hace tan presente, que a lo mejor te sientes culpable de no haberle echado cuenta, y te preguntas pero en qué estaba yo pensando entonces. Te preguntas si estabas en Babia o en standby, si andabas entusiasmándote por algo que a día de hoy no recuerdas, o si por el contrario estabas ahogándote con las cosas normales, con las fortuitas, las maravillosas carambolas o las desastrosas casualidades que cada día te absorben la atención.

El caso es que estás viendo que ese tiempo despreocupado, que acabó por pasarte desapercibido, también era parte de tu vida, y ya pasó, y este pequeño detalle, el de percibir de improviso un tiempo tuyo que no volverá, según tus circunstancias actuales, tu estado de ánimo, situación económico/laboral, sentimental, según tu prestancia psíquico emocional, y por qué no decirlo, tu estado de salud, tu edad, etc; pues este pequeño detalle, te hará vivir ese precioso tiempo perdido como una simple curiosidad, como una anécdota o como una insalvable tragedia.

Creo que raramente vas a quedar indiferente cuando veas ante ti mismo, en el momento presente, cuánto hiciste de más y cuánto hiciste de menos en ese tiempo que te pasó y que no viviste. Puede ser que tu despreocupación, o tu falta de atención, estuvieran basadas simplemente en que tu espíritu no levantaba un palmo del suelo. Esto hacía que tu vida fuese más sencilla, pues hoy, con la distancia, ves que en aquel entonces la gente te dejaba en paz. Te das cuenta de que, en realidad, la vida sólo opuso exigencias a las que tú ponías, y ves que, remontando el río más arriba de los rápidos, cuando todo es fresco, inmediato, puro y ruidoso, cuando no tenías noticias de la profundidad, tú eras, a fin de cuentas, apenas una mínima preocupación o una pequeña esperanza para tus padres. Eras apenas una parte atomizada del trabajo de tus maestros. Hacías tus cosas, hoy lo ves, sin percibir que nadie estuviese analizando tus potencialidades, ni dirigiendo tus valores, ni desnudando tus ambiciones.

Hoy ves la fuerza de aquella candidez, hoy ves que sólo de su mano podías, aunque sin saberlo, sentirte libre. Echas de menos esa libertad que no sabías ver.

En vez de lamentarte, o encogerte de hombros, sorprenderte o acariciar ese tiempo despreocupado que hoy se te presentó, a lo mejor hoy podrías arremangarte un poco más para concienciarte de lo que hoy mismo tienes entre manos. A lo mejor, hoy podrías hacer lo posible, a conciencia, para que tu vida sea más plena o más digna. Una vida de ojos abiertos y corazón dispuesto.

A lo mejor, también, hoy podrías intentar desconocerte del todo de ti mismo, relajarte de todo y entregarte a un lento, constante e indolente fluir del tiempo que vives hoy y pasará. A lo mejor, viendo hoy la cata puntual de lo que tus sueños y aspiraciones, tus amores, esfuerzos y anhelos han venido a resultar, a lo mejor decides que lo mejor es abrir enteramente los ojos a la despreocupación, y dejar que tu tiempo de hoy avance por sí solo, alegre o arrastrado, hasta que se le acaben las ganas, las distancias, el sentido de sus propios ímpetus.


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