13 de diciembre de 2015

EQUINOCCIO MISMO

Las manos huelen a ajo
tristemente y apenas
te me sostienes
visible en el corazón
mientras doblo pausado
la toalla arrugada.

Hay que ver la vida
a veces,
cómo se me ensaña
en pasión que se ahoga,
en reproche por señas
en una tontura simple
de perdón y santas pascuas.

Finalmente,
te me vas
sin una palabra,
te me desapareces
sin mirarme y me parece
que al final has tenido
la estrategia simple
de no hacer nada.

Hay que ver,
yo me tiemblo
indignado de vergüenza
por haber buscado
mis mejores letras
para este desaguisado,
mis gestos, mis valores
más bellos,
y no ha servido de nada.

Sólo me queda
desnudarme
en fría soledad
nuevamente
sin que me lo pidas.

Al final, darle
la razón a mi
imaginación
desmesurada, al final,
derrotado por
la verdad más tonta, al final,
tener que bajar los brazos
del corazón ante
esa estúpida cierta lógica
mezquina mundana.

Estoy cansado
de este mediovivir.

Cómo te cuento
yo ahora lo difícil
que se me hace
seguir siendo
de los buenos.

Cómo te cuento
yo ahora este perder
el gusto por ir construyendo
por detrás de
tu senda destructiva.

Tú no quieres
mirarme frente a frente,
hay que ver
qué puta la vida.

Hay que ver qué lejos
ese calor que me tenías.

Hay que ver qué lejos
ese sentirme en este
mundo tan guapo.

A años luz de tu adhesión,
de eso que yo creía
la hermandad de tu alma.

De nada me ha servido
blandir enseñorear
la palabra de los valientes
delante tuya.

De nada me ha servido
la ayuda recibida,
hay que ver.

Ahora tristemente
me tengo que otoñar el alma,
fuera el jersey de David,
la camisa de Paco, fuera
camiseta del color de mis ojos,
de Sebastián el pantalón,
el culito adecentado y
los zapatos de las rebajas.

Delante tuyo
he puesto de mí
el ser desnudo
más guapo que tenía,
y has cogido otro amor,
o lo que sea,
y lo has incluido
en lo que sobró
de su horario.

No hay que pedir perdón
por la indiferencia.

No hay que buscar elegancia
comprensión ni deseo
en la tranquilidad y aceptación
de quien no se juega nada.

Yo me digo
sin consuelo que
a veces imperfecto
no es peor.

Yo me digo
sin consuelo
que imperfecto
no está equivocado.

Sigo de paso
hacia la muerte negra
con mi corazón alelado.

Yo me guardo
unas lágrimas
que nunca entenderás.

Has venido a conocerme
con ropa cualquiera, apresurada,
has venido a encontrarme,
vestida de despedidas,
la mirada perdida
el pelo viciado,
y lo bien que te quedaba.

Y lo igual a tí
que yo me sentía, oye.

Y de mi amor la cantidad
sin hacer cuenta.

Y hay que ver
me digo con rabia
qué mal me habrás visto
desde tu cuerpo
de no dormir demasiado.

Hay que ver
lo tragicomédicos
que habrás visto
los aspavientos
intensidades de mi ser,
mirándome
desde demasiado lejos.

Hay que ver
qué remota
y distorsionada
la posibilidad de mi belleza
si me miras a través
de tus lágrimas por otro.


Jag. 13_12_15




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