10 de abril de 2015

ONDA

Estoy sentado en mitad de una escalera de piedra, con la vista perdida en la oscuridad espesa, que mantiene oculto, alejado, el suelo del sótano. El silencio engulle la serena cadencia de tu respiración y la mía.

Yo sólo había bajado a sentarme solo, a poner un poco de orden en mis cosas. La piedra está dura, fría. Las culpas, los malpensares, se vuelven más atrevidos en lo oscuro.

Escuché tus pasos a mi espalda, cuando me viste desde arriba. Te quedaste parada un instante, y no dijiste nada. Supongo que viste un bulto en la penumbra, y bajaste sin hacer ruido.

Ahora estás sentada a mi lado, en la escalera de piedra, con la vista perdida en la oscuridad espesa, que mantiene oculto, alejado, el suelo del sótano. Tu brazo baja paralelo al mío, sin tocarnos. Siento tu presencia apenas como una vibración, los dos mirando al frente.

La piedra está dura, fría, y el tiempo se nos ha espesado alrededor. Ahora no decimos nada, superados por el silencio de un mundo en el que nuestros quehaceres parecen habernos dado un descanso. De alguna manera sabemos que una frase ocurrente lo estropearía todo.

Estás sentada a mi lado y mi aliento se serena. Algo inexplicable está como latiendo, como abriendo las alas hacia ninguna parte. Tú estás ahí, digo yo, y para qué medir tanto las cosas.

Estoy acojonado. Por tu lado llega menos frío.

Barceloneta_10_4_2015


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