(PENDIENTE VÍDEO TECLADO LESSEPS)
Sin preámbulo yo sé que tengo que
alejarme de tu manera de ver las cosas. Siento cómo pierdo la
elasticidad para mi anchura, mi inconsistencia preciosa, en tu mundo
estrecho. Estoy cansado de volver los pasos. Cansado de
fabricar lo pertinente y oportuno, de resistir y ofrecer el hombro de la
parte del corazón. De dar la risa cuando quería dar el beso, y aún
así, saber que la dejo en una bandeja de plata de languidez, que no
sé si te dignarás tomar en tu mano. Estoy cansado de dar premura
cuando para mí, a tu lado, el tiempo era juguete inservible, apenas
un adorno barato, estampado perenne en el plato, escondido y
disfrazado de alimento consistente entre los últimos restos de la
salsa. Ahora mismo no sé dónde poner la fe por nuestros momentos de
delicia, ahora no sé adónde irán las verdades de nuestro vino.
Quizá ahora sólo sea posible dejarse respirar en cada trozo, dejar
que todo caiga con su peso y temperatura. Y encontrar la serenidad en
cada cacho, en cada mella, en cada herida que se nos alarga en esos
rastros de costra, que acaban reviviendo en los azares nuestros
dolores antiguos, nuestros pujeos olvidados. No quiero, en este nivel
tuyo de malentender las cosas, que me sobrevengas a la caida de las
tardes de invierno. No quiero que me sobrevivas renqueando, aferrados
ambos a la prestancia de nuestros chistes buenos. Me voy.
Me voy y no quiero que vuelvas. Me voy,
mientras veo que entre tú y yo nada se sostiene. Creo que mejor
quedarnos solos en la redacción de los particulares laberintos
de nuestras almas. Me miran y me aman. Me miran y me aman y has de
saberlo. Me miran y sin tocarme me acompañan. No puedo seguir
conjugando mi tonta bondad, mi andar ofrecido, la herida en carne
viva al aire, con tu cansado humor escéptico. Ya no casan mi
insistente inocencia con tu gracioso, estoico desprecio edulcorado.
Todos tenemos un lugar propio. En su momento pertinente. Y yo no
quiero alargarme en este sobrevivir conformado. Me desligo para no
acabar en un desgaste sin vuelta. Ella me mira. Acéptalo. Ella dice
como al aire que la solución es que te quieran de verdad, y yo no sé
qué hacer con todo eso. Y todo eso es una verdad como la biosfera
entera pulsando chiquitita en algún punto minúsculo de esta negrura
espesa que nos contiene y gobierna. Me llevo mi generosidad, que
tanto te supo a poco. Me llevo mi paciencia, pero ya. Me llevo mi
humor militante, mi ansia voraz, que viene a ser lo mismo. Me llevo
mi callado deseo desquiciado. Mis ganas. Mi hambre y mi sed, que
nunca entenderemos si seguimos lado a lado. Es casi de muerte este
nerviosismo que ahora me gobierna. Es un sinsentido despedirme de esa
costumbre de amarte en la tormenta, en el enervante relajo. No me
sientes y me muero. No me comprendes y me largo.
Que te llegue lo que necesites. Que
triunfes en tus pagos. Y que elijas bien. Y que disfrutes plenamente
de lo que cultives y de todo lo encontrado. Que construyas tu vida
con las cosas que yo no tengo. No puedo sobrar. No quiero ayudar más
a tu cansancio, a tu morir inconsciente en desaliento disfrazado.
Ella, con simple atisbo, ya sabe de lo
que soy, de lo que ando necesitado. Ella, sin palabras, sin fuegos
evidentes, ya sabe del todo que yo no sé qué haré con mi vida,
a partir de este momento espeso de quitarle los trajes a lo
acostumbrado. Ella no tiene cifras. Ella no tiene colores ni olores
ni sabores prefabricados. Ella vive tan estupefacta en alguna
posibilidad espacio temporal del universo alelado. Así que adios,
por mi parte, a todo lo que tenía entre manos.
Solo la solitaria vida negra sabe lo
lejos que estoy de echar de menos los polvos. Las conquistas vacías
del orgullo. Las autoestimas facilonas, los desperdicios jugosos y
los sonrojos de plástico. No sé adonde voy. Adonde llegue, que sea
de la mano toda la tarde sin mirarnos en la gente ni en el tiempo.
Que nos demos un beso, un abrazo sencillo en cualquier parte, y que
nuestro mundo de dentro y de alrededor, se vaya llenando de nuestros
charcos.
Jag.
29_11_16
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