15 de junio de 2016

ATIENDE, LATE.



No es creer en lo inmortal, ni sostenerse en el pasado, ni anhelarse mejor en el futuro.
No es paciencia ni conformidad. No es capacidad de sacrificio.
Es tener conciencia, que no siempre se tiene.
El momento presente es más que lo que le atiendes. Más que los márgenes que le pones.
A veces la vida parece una trampa, una maravilla o una imbecilidad. Pero siempre nos estamos engañando.
Ante eso ponemos honestidad, rabia, tesón, fuego destructivo. Y todo sirve, aunque no lo vemos.
Puedes estar negro y comportarte como un majadero capitán de los lisiados de la emoción. Puedes sentirte abandonado de la sensibilidad y la belleza, privado de tu lugar en el mundo esperanzado.
Puedes estar negro, pero siempre tienes tu corazón. Sucio o limpio, certero o equivocado. Pero late. Atiende.
No es tan sencillo como entender la razón o la consecuencia de lo que sientes o de lo que haces. Late y atiende.
Todas y todos hemos venido a dar un golpe de chapulina en el momento que tenemos, y lo demás no cuenta.
Abrimos o cerramos la acequia, pero el cauce es antes y después de nosotros, es por encima y por debajo de nuestro momento, y va más allá y más acá de nuestros márgenes y de nuestras atenciones e intentos.
A veces un agujerito en mitad de la mierda oscura, y se ve fugazmente bien claro que lo que haces te va a servir a ti en otro momento, o a los demás, cogiéndolo con otras asas.
Atiende. Late.
Jag.

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