29 de marzo de 2018

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Venga, que en realidad la vida nunca prometió nada, y no hay que darle a todo esto más de lo que tiene.

Que tocarte un dedo sobre un tablero de formica siempre me pareció sugerente, lo  admito. Oye, maravilloso, inspirador ese morder y si tú misma acabaras rompiendo tus medias.

Tu sonrisa blanca en la honda mirada, mi amiga, mi hermana, dándome una luz victoriosa desde el fondo de lo oscuro, pues además.

Mas tu tacto hermoso que se me escapa.

Tus palabras sin saber, que quisieron reparar y levantaron herida, desconsuelo. Y qué gran palacio de lluvia en mitad de mi campo.

Teniéndote sin permiso desde siempre tan en cuenta, venga ya el día nuevo, y adiós la comodidad del canto pajarillo.

Ya está bien de vivirnos en ansia y disimulo, y abordemos de frente el dejar atrás lo que nos pesa y no sirve.

Pues de todos modos, por mucho que te dé, amando solo, sonrío pobre y accidentado. Sediento solo, colmillo ingenuo de leche, es lo único que brilla.

No más, no te esfuerces si no salen para mí tus aguas, escucha. Y nada más. No te hagas historias obligaciones de tormentas por mi cuerpo que no ardes.

Ayer pasé por tu calle sinceramente. Contuve el suspiro, y tu vecina al mirarme se quedó vacía de flores, explotando desde lo hondo, sin querer.

Y me dije qué mal ubicados ciertos fríos en llamas.

Y con más dolores yo no puedo. Y tendré vivir, no lo niego, y corazón y aliento, mas me pongo a mentirte desde el alma, desfondado el entusiasmo, me engalano de feo y me lanzo aún tonto aburrimiento.

Llena de rama bendita tendrás esta noche la salada puerta sagrada de tu casa.

Y yo pienso en mi sudor. En mi saliva y en mi sangre.

De esto vas a aprender a contenerte bajo el dosel de tu calma.

Me desordeno de locura y ya no sé qué será lo que te amo. Mas pregunto a mi lengua seca, y me dice categórica

ya está bien de hablarte tanto de mi día peor.


Jag.
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