14 de marzo de 2019

Si un día me llego a juntar con poetas,


yo sé que no voy a saber de qué hablar.
Gastan una página completa de sus libros para empezar poniendo una cita en latín, extraída de las Filípicas de Craso Caléndulo, Libro Cuarto (descatalogado).
Peor: esos libros suyos tienen la letra grande y cuestan dos menús, además hay que cortar con navajita sus páginas, que están ilustradas con garabatos de algún amigo que no sabe dibujar, de algún viejo pintor astroso resentido que nos quita el trabajo a quienes hemos estudiado de eso y no hay derecho. Joder.
Peor: tienen nombres compuestos que no están en el santoral, con apellidos de árbitro, que no pegan en las barras de los bares ni en las bibliotecas de pueblo.
Peor: van de revolucionarios y se les abre el culo por una flor natural. Se mueren por salir en la tele, aunque aborrecen a la gente que ve la tele.
Peor: tiemblan, babean ante el halago más simple, pero no paran de martillearte con la sólida construcción de su autonomía.
Peor: dicen querer llegar a la gente, a la vida, pero te mandan la caballería si te comes un acento, te sueltan los perros si te expresas con vaguedad. Literal.
Peor: estoy seguro de que no van a desaprovechar la ocasión de recordarme en público, con voz ahuecada, que Proust en francés, Chéjov en ruso, Goethe en alemán y Defreds en la bañera.
Dios, yo no tengo conversación para seguir a esa gente.
Aprobaba Literatura y suspendía Lengua.
No tengo vida social ni mano izquierda. Y sólo llego al cóctel nadando en cerveza.
Me gusta el fútbol solo.
Me gustan las películas solo.
Y no me gustan los libros con cualquiera.
A poco que saco la nariz de mi agujero, nada tiene mi puntito, y todo es negociación a la baja.
Ay, poetas de la era verdadera, dejadme abandonaros sin explicación decente. Entre tachones, raro y segregado, se me acaba el folio, y pim pom fuera.
Jag.
12_3_19


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