22 de marzo de 2021

BONANZA DE MARZO


Te miro y son muchas cosas, y lo dejo ahí como colgado indefinido y desisto y me resisto a saber llegar a todo y a saber por dónde empezar. Es por eso que me sorprende cierto concreto temer que me alcanzas a contar una de cada diez, yo supongo. Creo que somos demasiado puercos o listos o estamos tan dolidos revolcados y recién levantados de mordeduras del polvo como para ponernos tontamente a jugar a las conquistas, a los mareos y a las magias. Aunque también me he dicho y me he tragado si no arde para qué, la verdad. Me siento como en un mundo nuevo, en el que no sólo es nueva la comida, sino que además están de más la cuchara y el tenedor. Genial. Te miro y se me pierden el sentido y la tensión de las palabras. Creo que es por eso que te estoy contando menos. Creo que es por eso que me estoy arropando con esta especie de fe muda que tú sabes que no es para mí solo, y que entiendes por un resquicio. Es estúpido jugar a convencerte de algo que yo sé que tienes naturalizado en las entrañas. Te callas diez quince segundos interminables para acabar preguntando ésto qué es. Yo me apresuro a decirte que yo lo sé, aunque sé que no tengo pruebas ni argumentos más allá de cosas que tienen que ver con la sobria entereza de las plantas, que hacen todo lo que quieren permaneciendo quietas, y dejando que los astros y los vientos y los rebaños y los carrillos de mano y las herramientas descuidadas y las nubes de ciegos bichejos les hagan las cosas que necesitan para que acabe consumándose el quieto mudo amor infinito que tienen por la vida. Te miro y me callo porque cualquier cosa que te diga sólo puede ser legitimada desde la óptica de la berrea de los bisontes, el destrozarse las alas del grillo y el jadeo obseso del conejo, del castor y del topillo. Te pienso el olor y yo no quiero más ciencia. Te miro y los codos me siguen tocando en el costado porque mantienen ese terror del frío. Pero yo sigo en el viaje. Te miro y me elevo y expando como un gas, liberado y sin color y sin forma, y sólo quiero que me respires sin cuenta y sin daño. Te miro y sé que no tengo que encontrar lo que contarte, porque ya los dos sabemos lo justo y suficiente de esto tan extraño, que está más allá de los dolores que ya antes por separado habíamos asumido, más allá de hacernos acopios e inventarios de ganas, porque el año pasado nos perdimos la primavera.
Jag.
10_3_21


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