16 de julio de 2021

CHEESE

 

 


En mitad de la vida normal, atravesando el espeso aire ardiente, me da por imaginar que estoy mirando una foto que me he hecho contigo. 


Da igual lo que haya por dentro y por detrás, no importa qué nos haya llevado ni en qué vaya a desembocar. Indiferentes al fondo, a la atmósfera, la perspectiva, el lugar, tan sólo tú y yo juntos en ese encuadre, quietos en ese tiempo, sonrientes. 


Imagino que miro esa foto mientras camino en la tarde que se va dejando hacer. Miro a una montaña a lo lejos, pienso en esa foto nuestra en la que es probable que el viento te haya movido el pelo, tu vestido de colores diminutos, fragantes e imposibles, y los dos mirando adonde suponemos que está el objetivo, diciendo cheese. 


La hierba de la ruta del nacimiento se está secando alarmantemente. Hay cagadas de caballo, restos de veneno en las costras, y todo parece ensimismado, quebradizo, los perros me huelen y la gente hace estiramientos. Hay silencio, pero es un silencio de verano.


Imagino esa foto en la que estamos, tan en mitad de un viento que para en ese instante inocente, y me sale en voz alta que hay cosas que no tienen asas. 


Y apenas se me queda todo esto en eso. Las cosas queman, o cortan o pinchan, y no tienen asas. Las cosas vuelcan o están vencidas, las cosas necesitan una guía, o están heladas. Las cosas son frágiles y evanescentes. Las cosas entre los dedos se escapan. Y uno quiere esas cosas, uno hace por sentirlas y sostenerlas, por llevarlas, y es urgente ahora, y es importante cómo. Y las cosas no tienen asas. 


Jag.

12_7_21




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