11 de marzo de 2011

Del día que murieron Górecki y García Berlanga.

Pues yo estaba como jugando a que mis HECHOS tienen un valor EN SÍ, a que no era demasiado importante A QUÉ estaban destinados o DE QUÉ eran consecuencia. Jugaba a identificar HECHOS con REALIDADES. Y todo eso porque me empeñaba en confrontarlos a las PALABRAS. Estaba diciendo(me) que los primeros son "los buenos" y las segundas "las malas". Me había montado en mí mismo un chiringuito espectacular para que tuvieran toda una base racional estas ideas.

Todo es una gilipollez. Lo que haces y lo que dejas de hacer. El mundo es un carro de mierda bajando a toda velocidad por una cuesta pedregosa. Sin caballos, sin toldo, sin cochero y sin amortiguadores. Todo lo salpica, con gusto y generosidad. Y algunas veces me veo, con mi actitud, jaleando este frenético descenso. A ver si revienta ya todo. Tanto acentuar el Hecho sobre la Palabra era simplemente por no tener cojones de EXPRESAR mis sentimientos en voz alta. Y ya está. Me decía a mí mismo que la ACCIÓN es el fin último de la palabra. Y así, podía ir haciendo libremente, sin control propio, sin referencia ni restricción externa, y avanzar ESCONDIDO. Así voy, caminando lento por el camino de enmedio, a veces sintiéndome como un HÉROE que forja su espada en la oscuridad, mejorándola hasta que llegue su hora... sólo que yo NUNCA veo buena la hora de desenvainar y salir al mundo, a ponerlo patas arriba con mis mandobles. Penoso, ridículo, patético. No sé cuál elegir, qué nervios.

Y es que en mi brumoso mundo de la velada-acción-sin-palabras, parece que exijo de la interesada (persona, idea, objeto de mi interés) un sexto sentido especial que le haga ver mi acción troquelada, con un halo fluorescente de Photoshop que la resalte por delante del resto de la realidad, como si en este puto mundo no hubiera nada más interesante que mi mensaje brillando en la oscuridad: espero tontamente que tendrá un olfato finísimo para mis cosas, y eso hará que se acerque trémula, emocionada y expectante a mi mundo callado, y descubrirá el palacio que le estoy levantando en el centro de mi corazón escondido, y entenderá al punto la hondura, la honestidad de mis sentimientos, y enmedio de un dulce torbellino de aire fresco, con una banda sonora del tipo profundidad atmosférica (entre Vangelis, Angelo Badalamenti y Ryuichi Sakamoto) que empezará a sonar espontáneamente a nuestro alrededor, ELLA avanzará con lúcida seguridad, a cámara lenta, su mano temblorosa hacia mi hombro sudoroso, y con un hilo de voz emocionado me dirá, deja ya tus trabajos y persecuciones, amor, pues la sola nobleza de tus gestos y esfuerzos han hollado mi corazón, y en el más remoto y profundo rincón de mi alma han encontrado aposento: tiempo es ya de que con gozosa premura busquemos tiempo y encontremos lugar en que todos mis entrantes se brinden a todos tus salientes, corazón.

Y ya está. A veces me avergüenzo de mi ineptitud, de lo metálico que estoy a nivel emocional. Me duele y me exaspera este tipo de invalidez, pero en realidad sé que no estoy haciendo mucho por superarla. Tengo un corazón con pies de plomo. Disfrazo de artisticidad mi falta de valor, mi apatía, mi temor al fracaso y la decepción, y así sigo avanzando por este camino de flores al borde del precipicio. Me digo cada día que en la vida sólo importa el poema que, viviendo, hacemos. Y así sigo, cubriendo cobardemente el expediente, pintando, escribiendo y mareando miserablemente la perdiz, mientras llega el momento en que se apague la vela.



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