10 de marzo de 2011

Un rayo de sol fugaz.

Hay un momento concreto en toda la tarde, en que ella se da cuenta de que existo y soy un ser sensible o algo así. Su postura cambia, su cuerpo me encara. Hace bromas y prolonga las mías, y me toca los brazos, los hombros, sin tener por qué, cuando va a pasar de un lado a otro.

Sólo entonces sé que, por un momento, ella ha salido de su guarida, y yo, que estoy habituado casi a su frialdad, noto cómo se me alegra el corazón: en mi paisaje sopla un viento fugaz, que hace que, por un instante, un rayo de sol ilumine todo en el día plomizo.

A la media hora o así, empieza a recoger sus cosas y se despide sin más, porque tiene pendiente algo indefinido, urgente e ineludible en la otra punta de la ciudad.


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario