30 de agosto de 2018

Con sonrisa y sin ella,


soy la misma alma cantando por la alegría. Y sólo quien no sabe quererme distingue el trato con mi ropa nueva y mi camisa sucia. Nunca. Nunca más.

Pues soy un hombre y no un río enfermo, en algún lugar de mi corazón llevo escrito que el camino negro debo hacerlo solo. Que la tribulación pide el pasar inadvertido.

Pues soy más que el fuego, y me extiendo más allá del crepitar de las ramas de un árbol caído, en el vientre escondida, afila sus cuchillos una fe hambrienta. Dice que vas a venirte a vivir a mi pantano. A decirme que el mundo necesita de nuestra lumbre y saliva.

No me olvido de ti. Tan sólo he dejado de cantar la letra de las lágrimas. Conmigo llevo tu aliento, y sigo siendo el príncipe. Y porque con mis manos te curo, tú sabrás reconocerme.

Mi belleza es la luz que brilla fuera. La lámpara invisible que da calor lejos de mi cuerpo.

No tienes que venir a decir que mi vida va a cambiar. Ni por mí, ni por ti, ni por los otros.

En la negrura, mis aguas fluyen transparentes.

Aún cuando te sientas burlada de la esperanza, confía. La palabra que no dices, yo sé que es poesía, y te cura.

Y ya sólo por esa poesía tan esquiva, yo sé que no me puedo permitir desfallecer.

Jag.
12_8_18



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario