10 de agosto de 2018

PARA YA



de decir o pensar siquiera que yo soy el equivocado.

Sé que nunca te vas a bajar de tu casa en el árbol de las certezas. Nunca vas a ponerte a mi nivel, para ver que mi vida está hecha de cosas muy distintas a la tuya.

La vida. Ni tú ni yo ni nadie sabemos realmente qué es.

No te pongas ventajista y no me calles con cifras y con datos. No juegues a tener la razón esgrimiendo fotos, viajes, dientecitos de leche e imanes de la nevera.

Es verdad que yo siempre estoy perdido, que no me siento con valor ni entereza para saber qué mierda hago aquí. Pero no te equivoques. El hecho de que lo admita no significa que esté más lejos que tú de las respuestas importantes.

Has dedicado tu vida a la elección, construcción y estabilización de tu célula familiar. Con todo lo que eso conlleva. Que lo has elegido, no lo tengo tan claro. Yo por mi parte, no sabría decir si mi opción vital me ha elegido a mí o al revés. Por lo que sea, yo no estoy en la misma vida que vosotros. Porque no sirvo, porque no creo, porque no encajo, o porque no me sale. No lo sé. Por decirlo así no soy un monstruo ni un imbécil.

Para ya de darme consejos cada vez que los niños te dan un respiro. No son peores las arrugas de la preocupación que las de la condescendencia.

De verdad, para. Es cierto que soy una compañía horrible, con esta insatisfacción permanente. Pero deja de buscarme para tener la razón. No te pido nada. Sólo que me dejes en paz, pues de cualquier modo, tanto vosotros como yo, sorteando baches y agujeros, vamos hacia la misma incertidumbre. A quién quieres engañar.

Deja de verme desde tu lógica. Respétame. Siempre he pensado que en realidad pasáis flotando sobre las preguntas, que tapáis con deber y bienestar los agujeros de vuestras almas, pero nunca te lo digo. Os dejo en paz, en vuestro camino, igual que tampoco os molesto con mis escasos hallazgos.

No me meto en lo que echas de menos, ni en tus imposibles. Te dejo tu espacio. Con mis dudas no te aporto nada.

Aunque no te saque el tema, yo sé que cuando tienes un minuto de completa soledad, te haces, como yo, preguntas que te ahogan, que te abrasan desde dentro y que no tienen respuesta en el frío de fuera.

Por eso, deja ya de decirme lo bien que se vive en este pueblo infecto.


Jag.
23_7_18



.

No hay comentarios:

Publicar un comentario