14 de enero de 2020

NADA PUEDE PARARME


En la puerta de mi cabeza tengo amarrada una cabra, muerde a todo lo que se acerca, y ha roído la guita, pero no se va la hijaputa. Todo esto viene a decir que ni aunque quiera estoy para nadie. Se me ha pasado el momento de esperar que nada de esto tenga sentido. Al pasar la puerta de mi cabeza te encuentras sin rellano unas escaleras oscuras que bajan. Y tú dices que eso es mucho bajar sin saber hasta dónde. Y yo digo: como yo quería.
En la puerta de mi corazón tengo amarrado un perro rabioso. Punto uno, no es porque yo quiera, punto dos, no es porque me lo haya encontrado y le esté dando el cariño. Es un perro que no duerme, que asusta a quienes pasáis cerca, aunque nunca os haya hecho nada. Lo peor es que muerde hacia dentro, y cuando veo una cara preciosa como la tuya, tu mirada anhelante, con las manos calientes y las piernas acogedoras, yo me monto ilusiones de componer abrazos verdaderos como la rotundidad de una clara mañana. Y no. El perro me guarda y me muerde y me recuerda las tantas veces que me dejaban solo al tiempo que me atosigaban de compañía. Y entonces me vuelvo y me digo otra vez que ni aunque quiera yo estoy para nadie. Y cierro la puerta de mi corazón y empiezo a subir las escaleras oscuras hasta que se me asfixia tu recuerdo. Yo digo que son muchos escalones para subir sin saber hasta dónde, sobre todo subiendo solo. Pero es como yo quería.
En la puerta de mi piel, ya no sé lo que tengo amarrado. Tanto frío que encontré siempre fuera, y ese calor de asfixia que me hace por dentro me da para pensar que no puedo evitar verme como la antesala de carne con espíritu de un mundo roto. Razón te sobra para que no quieras venir, me digo. Y me duelo de eso y todo espina, y yo sé que en momentos contados yo me he asomado y la vida era una alegría simple. Pero ahora me duelo y se me ha pasado el tiempo de que por convivir yo me pusiera a disimularlo. De todos modos tú también sabes cuántas bobadas hay que hacer para entretener la amargura de vivir, para colorear de alguna manera que ese trajín entre lo que nace y lo que crece y merma y muere es gris.
La estúpida alegría de la gente por ocultarse eso, yo no la trago. Por eso siempre en compañía parece que he salido de mí. La noche ruge desde dentro y la luna pálida enfría mis huellas en la senda lechosa. Voy determinado tan así de lejos. Y nada puede pararme.
Jag.
30_12_19



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1 comentario:

  1. Qué haría yo,que ando implotando de tanto sentir hasta lo inútil,si Ud no le pusiera poesía,luces y sombras a la intensidad. Yo le he puesto sordina últimamente evitando el destierro.

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