En la sonrisa con que me miraste
anoche, inmediatamente antes de ponerte a besar a otro, no pude dejar
de ver cierta intensidad.
Sin hablar dejaste que te felicitara por el
año nuevo. Ni ahora ni entonces acerté a poner el apellido adecuado
a esa intensidad fugaz con que, sonriendo, me sostuviste la mirada en
silencio. ¿Era superficial? ¿Era la parte visible de un dulce
recuerdo que compartíamos discretamente? ¿Acaso la de algún tipo
de disfrute morboso? ¿La de un deseo que entre tú y yo late en
silencio? ¿O era una sonrisa para continuar sin más, para evitar
exponerte ante mí, ante la gente, ante tu muchacho, o ante ti misma?
¿Hay algún temor escondido en tu sonrisa? ¿Alguna expectación?
¿Desconcierto?
Me acosté dándole vueltas a tu
sonrisa radiante y fugaz de anoche mismo, y sigo sin aclarar cuál es
su verdadero carácter, el alma que la inspira. Es más, hoy me he
despertado demasiado pronto para ser primeros de año y sigo
acumulando opciones, apellidos que añadir a tu sonrisa para enfocar
en alguna dirección su ambigüedad.
La verdad es que lo más inteligente
por mi parte sería parar YA de acumular opciones que no se pueden
confirmar ni desmentir en una mente febril que lucha con denuedo por
salir airosa de una tremenda resaca. Parar y dejar que todo se
serene, que las cosas se vayan aposentando en el lugar que les
corresponda, aunque me temo que esa habilidad para saltar del tren
ante el choque inminente no la tengo precisamente desarrollada en mi
naturaleza.
Si sigo así, atendiendo a todas las
opciones que se me ocurren, contemplándolas como posibilidades, me
parece que la próxima vez que nos encontremos, no voy a saber
saludarte más que con mi sonrisa cargada de todas esas opciones,
quiero decir, una sonrisa tan intensa, ambigua y callada como la que
me dirigiste anoche, inmediatamente antes de ponerte a besar a otro.
Vete tú a saber de dónde vendrá mi sonrisa la próxima vez que nos
encontremos. Qué expresaré, queriendo o sin querer. Qué apellido
acabarás poniéndole entonces. Miedo me da lo certera o errónea que
será la ventana desde la que me verás y valorarás, explorando la
intensidad de mi sonrisa radiante, ambigua, y quién sabe si fugaz.
Cerro Alaminos, Coín, 1_1_2014
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