21 de septiembre de 2015

TIPO


Creo que puedo asegurar, y desterrar la posibilidad de patinar y equivocarme dolorosamente, si digo que en el farragoso desarrollo de lo que sigue, yo sólo quiero y puedo referirme al tipo de mujer, y no al tipo de amor, pues ni entiendo ni creo que en realidad haya tipos de amor, como se dedican a airear tanto plumífero profesional del suspiro, tanto decorador embaucador que construye vanos castillos de emoción sensibloide, dirigidos, más que nada, a satisfacer los apremios de sus pagos inmobiliarios, su ocio, su vicio, su papa, su tomate, su papel tualé, malsosegando con articulitos de nula prestancia intelectual los espíritus maltratados de la gente que se ha visto abandonada por las esperanzas, decepcionada por las fuerzas que creían tener, mangoneados y manoseadas por otra gente que en su momento les convenció de que el amor es sólo juego, dulce mentira levantada por místicos y poetas, legitimada por tanta loa de porno de dios, y les cambiaron las reglas del juego ante sus narices, asomados como se vieron a las ventanas del egoísmo y con lo cual, desde esa perspectiva individual, no son posibles, ni deseables, ni juego, ni reglas, ni amor, ni ombligo.

El caso es que sé que desde el encuentro y el mirar curioso, que pasó al simplísimo observar admirado, que resbalaba y se atascó por semanas, meses, en un espeso no saber qué pensar/sentir fascinado, y luego el empezar a entender que sí podría lanzarme –con peligro lógico, asumible- a aquel temprano atreverme a pensar que por qué no, que quién le podría poner puerta a mi sentir sencillo, que quién ganaría nada con quemarme el puente antes de cruzarlo, yo pienso y digo y sé, desde ese sucederse de mi cobardía natural al atrevimiento, de mi mudez estúpidamente precavida, desperdiciadora, al esbozo del descaro, del miedo tan mío al sencillo dibujito de mi dignidad y la suya, yo sé y digo, a pesar de que después de tanto poema escrito por intentar enterarme de los cambios, de las evoluciones, los pasos de una cosa a otra, después de saber que aún así, a pesar de tanta letra cantando por su preciosa existencia, a pesar de tanto verso que le acumulo, no tengo argumento ni discurso preparado, y a pesar de eso, yo, primero siento y pienso y digo y sé que amo con todas sus tres letras a esa mujer.

Y todo este devaneárseme en las entrañas la fe, la esperanza, la claridad, por tener los ojos en su apertura máxima en saber, por tener en el corazón la boca más grande para decir que desde aquel recién nacido momento, desde aquel remoto sentir temprano, yo amo a esa mujer sabiendo que es el tipo de mujer a la que sigues amando aunque la fe crepite en llama devastadora, y aunque la esperanza se anega y empantana constantemente, nunca he de ver perdida esa claridad de saber que esa mujer a la que amo, es el tipo de mujer a la que amas antes, durante y después de todas las consecuencias, pues en momento nimio de fugaz sabiduría ya vislumbré que ella es ese tipo de mujer a la que sigues amando después de haber conocido, sopesado, sufrido su ir y su volver, su derecho y su revés, su inteligencia y su no saber nada, pasando por la duda y el empleo sistemático del ninguneo estratégico premeditado, la elusión vagamente esperanzada, el cansancio lógico por la carga que no ha pedido, el irresponsablemente femenil descuido deslenguado, el lanzarse a aprovecharse en abuso, incluso, de su elemental bárbaro poder ovárico.

La gente puede pensar que la amo sin más. Y no.

Yo sé, humilde, en pie, tendido arrodillado, que ella se va a mantener jefa absoluta de mi alma, compañera capitana de mi corazón modelado por la fría ternura de su metálica mano.

Yo lo sé, pues con sólo mirarme se me caen temblando las llaves del cortijo.

Lo sé, y que me quebrante el resuello con las facturas atrasadas que le dejaron las culpas de otros si quiere, que me bendiga el cuerpo con cardenales sin fe ni religión ni sentido, que me dé en la frente y me hipoteque el sueño a fuerza de ovariazos, como digo.

Esa mujer a la que amo, es el tipo de mujer a la que sigues amando habiendo sostenido con descarnada realidad todo lo que la hace mujer. El tipo de mujer a la que sigues amando destrozado, desnudo e impío, a pesar de que nuestra belleza va mirando sin remedio a tierra.

Es el tipo de mujer a la que sigues amando aún después del crudo precipitarse del último decorado.


Jag. 20_sept_2015

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