4 de febrero de 2018

POR LOS CAMPOS



Pues hoy, tan sencillamente, salvando la respuesta educada, correspondencia con lo obligado, lógica consecuencia deducida de lo conveniente, hoy, digo, yo no sé en qué voy a dejar descansar el suspiro.

Mucho menos, en qué he de poner el acento, el gesto.

Soy de pueblo, por muchas vueltas que dé. Y todo lo veo desde siempre tan sencillo. Amar y ser amado es el poema mínimo que he sacado de todos los libros que conozco. Que me quieras al mismo tiempo que yo te quiero, que suena menos grave. Como más cercano.

No quiero bruscos estertores antes del tiempo de los campos de lienzos blancos  contigo. No quiero voces raras. No quiero mensajes altisonantes antes de que nos lancemos a los campos, maravillados como niños en verano, vestidos sólo por la hierba, corriendo y celebrando juntos lo que la vida nos ha puesto en la mano.

Hoy yo no sé de qué tengo que hablar para que acabemos sentados juntos en silencio como mínimo.

Hoy yo no sé el grado de contención o premura, el de la pasión, el del atrevimiento que te sugerirá que va a ser bueno que tú y yo vayamos juntos de la mano.

Hoy no sé en qué voy a poner la alegría o el silencio. No sé en qué voy a derramar mis colores, mis palabras mejores, las galas de mis ansias, para que un día que no está en nuestras manos,
de repente me digas oye

que te vengo observando desde un tiempo prudente, oye

que te iba pensando como algo sorpresivo, y hoy

me he levantado viéndote como algo nuevo desde una luz extraña, oye

si me hicieras el favor de pararte un poco ahora, si quisieras

descansar un poco a mi lado.

Que te quedes tranquilo,
es lo que vengo a decirte. Que
nadie tiene garantía ni dibujo cerrado de lo que poco a poco se le va formando en las entrañas cuando alguien pasa insistentemente casi a traición tan cerca de una como lo has estado haciendo tú.

Descansa ahora y sé como dices.

Siéntate conmigo
y dime quién eres,
antes de que el viento maligno
se nos lleve a rastras,
y vamos a ver
cómo son las cosas
que van a irnos
pasando por delante,
mientras tú y yo estamos
juntos y sentados.

Y cosas así que se me ocurren desde siempre.

Cosas así, sencillas y desapegadas de los grandes discursos de los libros antiguos. Cosas que se alejen de las grandes debacles con brillos de cuchillos y lágrimas hirvientes, cosas sencillas que gustan a los corazones puros que no quieren aprender a pensar. Nada de uñas crispadas, negocios en el precipicio y tormentas en el horizonte.

Sólo tú y yo. Y nuestras cosas sencillas,  con la respiración pausada que necesitamos para sobrevivir en la claridad.

Todo eso hasta que nos llegue el tiempo de los campos de los lienzos blancos.

Entonces sí, amada.

Entonces, calor y espuma.

Entonces, la sed, amada.

Entonces, mordisco y hambre, y dolor de abrazo.

Y gritaremos lo que tú quieras, y nos reiremos de nuestros cansancios.

Y gozaremos llantos de alegría, y picores maravillosos haciendo nuestro dibujo con las lágrimas de toda nuestra sangre derramada.

Quedamos en eso,
entonces, amada.



Jag.
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