15 de julio de 2012

Cordelia, Pequeño Lemon.

Todos los hombres aman a Cordelia, porque da pasitos cortos y mira las cosas como si estuviese a punto de llorar. Los hombres enloquecen con la palidez de los labios de Cordelia. Sin embargo, no crean que es fácil acostarse con ella. Algunas veces es porque ella no quiere. Entonces, esos hombres no pueden acostarse con Cordelia. Y no es porque ella tenga un gusto exótico o exquisito, no, es que ella a esto de los asuntos amatorios le concede bastante importancia: con sólo detectar en la mirada de un hombre el grosero fulgor de que sólo está pensando en eso, ya está Cordelia mirando para otro lado. Con respecto al resto de los hombres, Cordelia mira con ojos de niña a todos esos hombres que vagan por el mundo regalando su ternura. Cuando se da la ocasión, ella los abraza con el amor más acogedor; si aparece uno de esos ángeles –como los llama ella- no pone reparos en darle todo su amor. Cordelia ama la vida. El problema es que Cordelia está casada con Pequeño Lemon. Y Cordelia ama a Pequeño Lemon. Por extraño que parezca, para los posibles amantes de Cordelia no es éste el principal escollo. El problema está en ellos, quiero decir en esos que quieren regalarle su ternura. Llega la hora de la verdad y muchos de ellos no quieren acostarse con Cordelia, Y es entonces ella la que no puede abrazarlos y amar a la vida en ellos. La cosa está en que cuando uno de esos ángeles –como los llama ella- quiere acostarse con la señora de Pequeño Lemon, Pequeño Lemon tiene que estar delante. Eso echa a muchos para atrás. Pequeño Lemon no es celoso en absoluto, comprende e incluso permite esa necesidad de amar de su mujer. Pero ella no comprende ni permite que él se separe de su lado ni un solo instante, lo tiene atado bien corto, como se dice. A Pequeño Lemon le duele que su mujer desconfíe de él, y ella va con él al trabajo, y en los servicios de los bares le espera en la puerta. Lo que llevará pasado el hombre. Cordelia no se separa de su lado porque piensa que se largaría a las primeras de cambio, se metería en barrios raros y acabaría juntándose con alguna pelandrusca. Cordelia no soporta la idea de perder a Pequeño Lemon. Esto desvela a la pobre mujer, y se lo dice a todos sus amantes en voz baja y a punto de llorar, cuando están abrazados bajo las sábanas, mientras Pequeño Lemon espera fumando un cigarrito a los pies de la cama, echando de menos tomarse una cerveza con los amigos.

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