15 de julio de 2012

Cuando éramos pequeños,

Nos contaron que la cigarra estaba todo el verano cantando y bailando, mientras la hormiga se afanaba en llenar hasta los topes su despensa. Nos contaron que la hormiga, que trabajaba de sol a sol por la comida de la noche, recriminó a la cigarra su conducta tan reprobable, que su actitud superficial e irresponsable, dedicando la vida a inventar canciones e idear cuentos y chanzas varias dañaba el ego del trabajador que lucha cada día por el pan de su familia, que el hecho de que la cigarra no tuviera una familia que mantener no justificaba que dedicara su vida a perder el tiempo, que debería mudar el color de la cara de vergüenza. Incluso puso en duda su honradez y honorabilidad preguntándole cómo se ganaba el sustento, si estaba todo el santo día atormentando a los animales del campo con sus trotes y gañidos. No tendría amigos, seguro. Bueno, creo que la hormiga empleó otras expresiones, pero quería decir lo mismo. Nos contaron que la cigarra no se defendió, que, como si no fuera con ella, simplemente se alejó cantando y bailando.

Nos contaron que llegó un invierno especialmente crudo, que la hormiga se recluyó en su casa repleta y calentita, que la cigarra se helaba de frío, se moría de hambre y llamó a la puerta de la hormiga, que le sobraba de todo. Nos contaron que la hormiga dijo a la cigarra que su comida se la había ganado bajo aquel sol abrasador del verano, como todo el mundo, aprovechando el buen tiempo para trabajar para vivir y ahorrar para los tiempos duros. Nos contaron que le dijo que no había hecho nada para merecer alimento y calor, que siguiese con lo que más le gustaba, cantar y bailar. Con estas palabras. Y le cerró la puerta en las narices. Nos contaron que la cigarra se alejó de allí y simplemente murió.

Cuando éramos pequeños no nos contaron que las hormigas trabajaban con grano robado y con trozos recién arrancados de animales moribundos.

No nos contaron que la cigarra pensaba que aquello era un trabajo despreciable ni que sus canciones hablaban de ello, ni que bailaba para espantar el miedo de que muchos animales vivían de la muerte de otros. 

No nos contaron que la cigarra no sabía hacer muchas más cosas aparte de cantar, bailar o contar cuentos, y que ese era su trabajo. 

No nos contaron que la cigarra no entendía la forma de vida de la hormiga, todo el día sufriendo y llevando cargas pesadas ¿para qué? ¿para recibir por la noche medio granito de arroz? ¿para engordar a una reina que ni siquiera se dejaba ver, todo el día rodeada de zánganos y soldados (que se encargaban de que ninguna hormiga escapase del hormiguero)? 

No nos contaron que había cientos de hormigas que se resistían a trabajar y eran contrarias a la organización de todo aquello. Las hormigas soldado habían dicho a las demás que a cambio de alimento gratuito, ellas mismas se encargarían de proteger a toda la colonia de los peligros que acechaban desde fuera. Todas lo habían visto razonable. Pero esto no era más que una estratagema de la reina para controlar a las voces disidentes y a los estorbos, además de garantizar mano de obra abundante para el traslado de las crías, la construcción de nuevas galerías y proporcionar el alimento de toda la colonia. 

No nos contaron que la cigarra pensaba que un trabajo donde estás rodeado de soldados y compañeros que hacen sólo lo que se les dice, no debe ser demasiado gratificante ni divertido. 

No nos contaron que iba a decirle todo esto a la hormiga, pero en el último momento pensó que no la entendería y se fue algo afectada y cantando una canción que entristeció a algunos animales que la escucharon. 

No nos contaron que la cigarra en invierno llamó a la puerta de la hormiga simplemente por pedirle un favor, que pensó que su casa estaría calentita y podrían darle un poco de comida, pues la suya había sido cubierta por la nieve, y no la encontraba, que la dejase pasar allí la noche y ya por la mañana vería cómo arreglar el desaguisado, que le estaría eternamente agradecida y podría contar con ella. 

No nos contaron que mientras la hormiga decía lo que dijo tenía cara de asco y miraba a la cigarra de arriba abajo antes de dar el portazo. 

No nos contaron que la cigarra murió a las puertas de su propia casa, que después de mucho rato buscándola, había intentado quitar la nieve para poder al menos resguardarse allí. 

No nos contaron que la siguiente primavera fue algo más triste, que los animales del prado echaban de menos los cantos de la cigarra. 

Y no, tampoco nos contaron que la hormiga pensó en un momento de lucidez que la cigarra era una parte importante del buen tiempo, que cuando se está trabajando es bueno que alguien intente sacar una cara alegre a los demás. 

La hormiga dijo a una compañera que no era lo mismo trabajar con la cigarra que sin ella, que hasta la echaba de menos. 

Pero eso no nos lo contaron cuando éramos pequeños.




.Jag.

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