11 de marzo de 2020

HABÍA UNA VEZ ALGO MÁS QUE DECIR

Es verdad que sólo un gesto o una palabra es suficiente. Es verdad que sólo un gesto o una sola palabra son adecuados. Acertados. Pertinentes. El amor encuentra lo que basta. Y una y uno se ponen a tener esa idea. Pero una y uno, en principio y sin saber, se ponen al gesto, se ponen a la palabra sin saber que al final lo más grande era ponerse a tener esa idea. Uno piensa que iba a ser con ella, que la misma música, las mismas performances. Pero bueno. Una piensa que iba a ser con él, que las palabras parecidas, que las letras, que el brillo. Aunque vale. Una y uno piensan que esas películas que les emocionan y que les hacen derrochar los líquidos y temblar y casi arrancarse las ropas en soledad en la distancia por separado de emoción pura. Y ya te podrás imaginar. Uno con lo que suspira por lo que le lleve a los cielos lejos de esta prosaica suciedad. Una con lo que por dentro esconde de salvaje dentellada por una vida animal. Uno porque corazón sin límite. Una porque baba con toda la claridad. Aunque una y uno de algún modo ya saben. Una y uno ya saben porque no es la primera vez que ante sí misma y ante sí mismo se han puesto de frente. Que un día una y uno se dijeron y yo qué, y al día siguiente ya sabían que una y uno, desde la soledad, eran la mejor apuesta, que no habrían muchos días más para apostar por lo que debería ser. Una compañía hermosa de una y de uno. Tenía que ser ahora, porque si no cuándo. Tenía que ser así, porque si no para qué. Dar un paso y llevar cuerpo de construir un mundo. Saberlo una y uno y abrirse. Sin punto y aparte y sin más. Decir abierto no me aguanto para nada y no me quiero demasiado, pero mi olor te va a gustar. Decir abierta yo te cerraba la boca porque tú te vas a poner lila cuando sepas, pero mi olor te va a gustar. Una y uno en la entrega aunque solos digan pero qué le voy a contar. Una y uno toda y todo para ti aunque qué te puedo dar. Toma por lo menos todo mi sabor de siempre, toma todo lo que huelo y siéntelo parte de tu naturalidad. Una y uno, todo desnudo y todo normal. A quién iba yo a darle tanto peso y ambrosía si no era a ti. A quién iba yo a pedirle gravedad y vuelo si no era a ti. A quién. Así una y uno. Así uno y una y da igual el desorden. No una con cualquiera ni uno con cualquiera. Esa una y ese uno, y ese uno con esa una. Se levantan y se caen. Mean juntos, se tambalean. Se agachan, se asisten, se dicen que tú me vas a cuidar. Una y uno, que nacieron abandonados. Una y uno, que se dejan alzar, se sujetan, se sostienen y acarician. Que se tocan por fuera desde lejos, y por lo de dentro toda el hambre voraz. Una y uno, que gritan y sonríen, que se desmoronan y se derraman de gusto, una y uno que apestan, ronronean fingiendo que no les duele. Se desquician y se muerden y se escupen los huesos de las cerezas. El sol templado, equivocarme y el jazmín me ponen caliente, la gente de la comedia se tensa inútilmente y dice ¿pero es que había algo más que decir? Una y uno, que se dicen ponme aquí la mano y dame ternura hasta que me duela, y la gente de la tragedia especula y protesta ¿pero es que había algo más que decir? Una y uno se pavonean. Ese lunar está justo donde debería estar. Esa palabra está justo donde debería estar. Una y uno se abandonan y dicen es que yo creía. Una y uno, que soñaron juntos una coraza que los mantendría calientes y protegidos como una cremosa amalgama informe. Como una que deja de ser una y uno que deja de ser uno. Tu olor es mi olor. Mi sabor es tu sabor. Toma todo de ti para mi. Dame todo de mi para ti. Una y uno, cocinándose en cueros con voracidad hasta dejar limpio el plato. Una y uno, que al principio sabían que al final si no ponían todo, todo iba a ser para nada. Una y uno, aquellos que alegremente en su día se embarcaron por aprender a preguntar que ésto cómo coño.

Jag.
11_3_2020


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