11 de marzo de 2020

MININI


Para no quedarme dormido a destiempo llevo en la mochila un bote de chicles orbit de menta sin azúcar al que le quedan ahora mismo tres chicles. No es que me vuelvan loco los chicles. Es que una de las primeras veces que me puse a hablar con una mujer que me encanta cuando está y cuando no está (algo irreal y obstinadamente, claro), me dijo alguna frase alegre y me llegó de su boca un olor fugaz de chicle de menta y, desarmado por completo, la escuchaba y le miraba con disimulo sus manos tan pequeñas, y de manera absurda, me las imaginaba confiadas, descansando descuidadas sobre uno de mis muslos, mientras oíamos callados el viento y perdíamos la vista en la bruma de las montañas mientras descansábamos al sol de marzo sentados en un banco de madera en el mirador de la mina de plata, y creo que a partir de aquella ensoñación somaticé y canalicé el deseo así, comprándome unos chicles de menta y oliendo de vez en cuando algo como a ella cuando estoy solo y ella estará pensando en lo que sea que ella piense.
Jag.
5_3_2020



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