28 de junio de 2020

POR LOS PÁJAROS


Me ahogo, aunque eso no es importante. Me debato solo en un mundo árido, aunque eso no es importante. Me desenvuelvo, trabajoso, entre gente que ama a su rara manera, y el aire está cargado de tentáculos, el vecindario bulle de ladrido de perros a las tantas, y yo escribo y lo saco sin reflexión, tal y como me había prometido a mí mismo que no volvería a hacer. Da igual. No saco nada. No doy nada. Y el charco inmenso de un dedo de profundo, está vibrando en la oscuridad con el cercano crepitar de las llamas gigantescas del granero. Digo todo esto más bien porque tiene que salir todo lo que me vaya ocurriendo, la ansiedad, el destrozo equivocado, la mordedura que se precipita sobre esas cosas que se pudren aún antes de haber madurado. Pero yo soy un canto hermoso, y aunque me duela y me hunda, aunque no tenga razón ni candor apasionado, aunque la tierra se abra de hambre o de duelo, de risa de negro desconsuelo, yo, mi canto hermoso, estribillo fallido desdichado, yo tengo que sacarlo, a las nubes, a los hongos, las rotas cortezas, inseguros temblores de las hojas de la escarcha despertando el sueño a los amantes de las noches en los prados. Yo tengo que sacarlo el canto hermoso, por mi, por ti, por ti, por ella y por él y por los pájaros. Y digo en la carcajada el sollozo, esto es sólo por mi, por ti, por ti, por ella y por él y por los pájaros. Ahí va hasta que me muera el canto hermoso sin sentido que no comprenden los vecinos. Ahí va, cada vez más ligero, con menos amor que antes, con menos aire para respirar que antes, menos carga emotiva y leche caliente y sangre y menos semilla y menos poesía que antes, pero ahí va sin reflexión para siempre mi canto hermoso. Me ahogo en mi mundo árido, y eso cada vez es menos importante. Me ahogo y me asomo a la ventana y hay una pared enfrente, y hay una pared igual de grande a un lado, y hay una pared igual de grande al otro, y yo canto un poco, estiro el cuello hacia fuera un poco, ¿y ves? en los bordes superiores de las paredes de aridez que vigilan inflexibles las cosas que pasan en mi ventana, en la parte que veo cuando ya empieza a dolerme el cuello, ahí hay un recuadro de dureza enmarcando un cielo mínimo. A veces se ve un trozo pequeño de nubarrones interminables, a veces se ve un recorte sucio de la inmensidad del techo de un mundo desesperanzado, a veces, también un azul de cielo puro que siempre me pregunto si no se habrá equivocado. Me ahogo, como digo, en mi mundo árido, y te digo que eso no es lo importante, porque aunque yo me rompa, y te rompas tú, y te rompas tú, y se rompa ella, y se rompa él y se rompan los pájaros, yo estiro el cuello fuera de la ventana hasta que me duele un poco, y elevo hasta ese recuadro pequeño de cielo encerrado mi canto hermoso, y va por las nubes, va por los hongos, por las rotas cortezas, inseguros temblores de las hojas de la escarcha despertando el sueño a los amantes de las noches en los prados. Y de verdad que no sé para qué va, pero va porque yo lo tengo, y porque sé que ese recuadro de cielo de nubarrones, de suciedad del techo del mundo desesperanzado, ese trozo de cielo azul seguramente equivocado, ese trozo cuadrado de aire que me pilla tan lejos, va directo al infinito, y porque yo lo tengo, hacia eso elevo mi hermoso canto.
Jag.
21_6_2020


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