2 de junio de 2020

SEI UN BIMBO BELLO MA CATTIVO


Vamos a ver, si el libro que yo quería hacer era de uno que no sale a correr ni tiene frases bonitas para la gente, si quise hacerlo tan sencillo y me encontré de pronto en esta sensación de crepúsculo, si yo quería que fuera de saber tan pronto y tan de repente que todo es amor y que amar y ser amado ya a eso tienes que echarle de comer aparte, y en las islas ya de eso me apartas una cría. Si el libro que yo quería hacer era sobre explorar que todo importa al tiempo que nada es importante mientras día a día sufres y te ríes y avergüenzas a quien no debes y te preguntas a qué mísero hondor llegaste para que algo hiciera que te sintieses compensado y a qué mal y cattiva del tuo sogno sei arrivato fratellino mío, mientras segundo a segundo te ves de la vida ninguneado. Si ese libro que yo quería empezar era de sentirme estúpido en este mundo de listos, y sentir que voy perdiendo la vida sólo por insistir en hacer todo por que sea plena, si, insisto, tan de siempre supe que amar y amarme era tan sencillo como eso de estar en el mundo con las mejores intenciones solamente, pagando con la máxima ofrenda que es entregarse uno mismo, para una vez que vienes, y la perdiz echando la pota miserable de juntarme con niñas y señoras que de eso por lo visto qué poco entienden. Digo yo que si ese libro iba a ser de eso, ya debería reconocer que ese libro lo he empezado hace ya un tiempo considerable e indeterminado. Quitarme, por mi salud, debería, la presión de que, respecto a eso, pienso que no hago nada útil ni doy pasos efectivos, ahora que me veo pasando con creces la edad en que los grandes, ya de vuelta del desengaño por la inutilidad de sus grandes libros, se han pegado un tiro fácil, se han puesto a medir por la cuenta la vieja la altura de algún puente desmesurado, se han comido a conciencia un yogur caducado, y antes de hacer la digestión se entregaron a las bravas del río helado. Que sí, que ya había empezado ese libro de recoger suciedad y ambrosía para lo postrero, cuando al fin se hilvanan los ratos en un todo en que todo serán preguntas y ya habré perdido amabilidad y más para responderos.
Debería inventarme ya un orden cualquiera con extensión conveniente, y dejarme de los retos imaginarios con que pagan sus alquileres los de Fuentetaja. Proclamar que no tengo hijo ni gato ni Maga. Proclamar que mi infancia y expectativa a quién mierda le interesan, que no sé francés para concursos, y que lo que ha caído entre aquí y aquí mismo, tiene ese título tan especial que me ha salido de la minga. Que planifiqué desde dentro del ceño aunque sepa que me veré juzgado por lectores de memes, por indiferentes mal formados, que todo lo verán gintonicado e inadvertido del absurdo mecanismo de mis tripas de mi corazón.
Así que largar sin pausa ese libro de siempre apresurado. Largarlo es la palabra. Librarme de él incluso antes de que suene bien, pues se precipita el tiempo que nunca se había ido, ese tiempo en que las máximas esperanzas estuvieron puestas en el vuelo de un negro Seat 1500 que con faros ojivales de gótico tardío, enseñoreaba aristas de odio, y perpetraba sin luz sus venganzas en la noche.
Jag.
1_6_2020


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