23 de octubre de 2019

ME VAS A ACABAR QUERIENDO


Que sí. Que todo es muy lindo y está lleno de posibilidades y la puerta que se cierra y las siete u ocho que se abren y todo eso, pero he salido a pasear al campo y se me espastiza lo malevo y se me colapsa lo bucólico, tú.
Yo sé que soy lo que doy, y que la vida no vale un suspiro si no te pones en el mundo con la bandera de tu aliento, pero ya ves qué atravesado que he salido. Es salir al campo y tener como más tiempo para pensar desde las tripas en tanto que me falta, mayormente, más que nada. Decirte primero que leí en un libro hace tiempo que cuando llegas a una certeza no es porque hayas acorralado al razonamiento último, sino porque estás cansada y cansado y te dices pues esta es mi verdad a la que me agarro. Así que ya ves, como para montar negocios con la gente promedio, me digo, circunspecto. Decirte segundo que cuando ya no tenía remedio la cosa, he visto que tenía un par de esas mandíbulas afiladas que no paran de moverse que me ponen de los nervios, menos mal que en clima templado suelen ser chiquitas, que si no. Decirte tercero, y esta es la buena, que cuando iba paseando por el campo he meado en una arqueta de hormigón destrozando la tela de una araña. Y qué. Supongo que desde cierta perspectiva es un acto desalmado, pero mis estudios me llevan a que no podemos dejar de observar la belleza sencilla de esas gotitas doradas manteniéndose temblorosas antes de caer en aquel rincón olvidado. Lo he dejado todo perdido, es cierto, pero no he tenido tiempo ni alma de una mayor consideración, y qué pasa. No ha sido tanto, aunque no ha sido sólo eso. También he destrozado a dentelladas un árbol, porque he visto que tenía tiempo, y he puesto a un niño esclavo a hacerlo celulosa que se han llevado a otro lugar remoto de economía más conveniente, para que después de dos o tres pasos infames, salvando salvajemente las distancias, acabe convertido en esta libreta que me han cobrado a precio de oro para escribir todo. Y qué pasa. Tú ya sabes que al mundo se la suda la araña de la lluvia dorada y la extraña poesía que podamos sacar de todo eso. Yo voy a seguir adelante. El hijo de un alto ejecutivo de la construcción de mi pueblo me dijo que siempre me estoy quejando, y le dije que es verdad con la mejor de las sonrisas que tenía en ese momento. Bueno, le dije que es cierto, para ser más exacto, y no quise extenderme, y dejé educadamente los nervios para hacerlos estallar en la intimidad. Yo tengo que seguir adelante, y ni me va ni me importa, como decía una cerda jabalina que tuve por jefa tres meses puesta de coca desde las seis de la mañana, eh? Voy a seguir adelante porque no es tan sencillo otorgar carta de naturaleza a que los puestos que tienen un interruptor para encender la luz de la gente estén malversados y regalados a ineptos familiares del partido. Yo voy a seguir adelante porque así le va al país y eso no puede ser. Así que a ver si entro en el negocio de los libros que no importan a nadie, que asolen para mí dos o tres hectáreas de retoño caducifolio de crecimiento rápido y me metan en alguna imbécil política cultural. A ver si entre todos llenamos de una rara espuma la desembocadura de los ríos. Que salgan unos pájaros bien chungos que se carguen el delicado equilibrio trófico y se les quiten las ganas de hacerle a les poetes. De todos modos, aquí estamos ardiendo miserablemente, casi saliendo de los calores y pendientes de la política de pactos, a ver si algún pezón se emociona conmigo, con lo que soy, o con lo que supongo, da igual. Ya verás tú cómo al final, mientras todo esto se resuelve, vas a saber que no soy tan malo, que no soy el que más va a ayudar a que todo esto se siga hundiendo. De entrada, tú también se la estás chupando a Google. Lo que pasa es que tú de estas cosas no quieres darte cuenta.
Jag.
6_9_19


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