23 de octubre de 2019

RESERVA


Yo sé que la calor
no será el elemento
que hará que veas
que nada de esto
tiene que ver
con que tú o yo
acabemos dando
el brazo a torcer.
Sé que apenas para ti
soy poco más que
un estertóreo ignorante
en el ministerio general
de los asuntos
de las entrañas. Apenas
una patética pesadez
de mancha mora
que no se quita.
Eres una mosquita
que lanza los ojos
apenas un roce
por encima del trigal,
fisgoneando el horizonte
seco y lamentable.
De ahí no te me mueves,
la saliva se te empasta
en la boca pura callada,
yo lo sé, y te mantienes
las manos
frágiles y tersas, los
pezones de oscuro
reconcentrado,
y me observas y
te he visto, y has visto
que yo he visto
que me ves, mas
qué puedes hacer
sino quedarte quieta
de vergüenza enmudecida
como un fino y sucio
lienzo de lino blanco,
hecho de yeso basto
rescatado por lástima
de una iglesuela
ridícula que arde
herida en sus costados.
Nada harás
hasta que te llegue
de verdad el invierno.
Ahora
no te moverás,
ni aunque todo
te esté doliendo,
que si te agachas
y te quitas
de mi vista del todo,
las yerbas
te van a pinchar
en la rajita.
Cuando te pase
algún tiempo,
o algún cambio
que no querías,
o tengas que
rendirte en algo
por una fuerza
que no comprendes,
vas a sacar tan triste
la lengua en mitad
de la nevada,
como si algo
te quedara
de chiquilla.
Entonces vas a
urdir planes
para un verano
que no va a llegar
más nunca.
Vas a saber
qué precioso
este tiempo
de ahora
que tú y yo
perdemos.
A veces me canso
de pensar
en lo que de mí
a ti te viene mejor.
De entre todo
lo que callo,
esto pensé
que sería
correcto
que supieras.
Y yo tenía que decírtelo.
Jag.
17_8_19

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