3 de abril de 2021

ALGUNAS EMOCIONES SUELTAS PARA COMPRENDER EN ALGÚN MOMENTO

 


No sé decirte hola, no sé decirte adios. Por esas cosas no te digo nada. Mientras el sol va palideciendo, dejando caer desmayadamente su fuerza, hay unas palomas que atraviesan hirientes mi alma desplegada en el aire de la plaza, fibras de caña afilada que hacen sutiles heridas en la panza de una nada plena, palpable, absoluta. Un dibujo fino de sangre contenida. Me raspaba la boca cuando te besaba las piernas. Esta tarde el viento ha hecho en una palmera de la Alameda la silueta desordenada del olvido. Tu ternura y tu deseo he perdido. Dónde están me pregunto adónde han ido. Hojas de carballo, mientras subo dolido hasta Santa Susana. Hago tiempo. Tengo que ir a hacer fotos a los soportales. Tengo que ir a poner mi ira a la sombra de los fresnos. Tengo que ir vomitando On my way por los suelos de piedra de cantería. Tengo que ir a saber dónde pongo las exigencias, las palabras hirientes. Tengo que ir, no llores. Tengo que ir. Tengo que. Y con dolor miro a las mujeres preciosas que hay por todas partes. Algunas gallinitas con su escándalo alegre. Algunas breves pajaritas que huelen a timidez. Algunas leonas y tigresas, lobas pescadoras. Una osa en un semáforo. Cosiña. Tormenta. Ternura. Patadón. El viento de abril golpea duro y ridículo como la rabieta de un hijo único. La gente acaricia a sus perros. Y todas esas abuelas enmascaradas, por parejas, por tríos, recortadas sobre los muros de piedra. Y yo pensando demasiado en lo pronto que se nos acabó la alegría. Pensando todavía como nosotros. Como volúmenes que se ectoplasman amorosos e instantáneos en el aire. Entrelazados. Acordados. Compenetrados incluso. Pensando en cosas vergonzantes y pasadas de cirio, como ir a los sitios cogidos de la mano. Y todo puede acabar de pronto, inmisericorde, sin razón ni culpa, aquí mismo, y por eso pues


Jag.

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