25 de abril de 2021

BLACK RUNNER FEMALE

Digamos que a un cuerpo le cortan una mano, y el cuerpo se queda pensando en eso. 


Digamos que a una mano le han cortado ese cuerpo, y la mano se queda pensando en eso. 


Para los dos por separado amanece, llueve o solea, y avanza el día hacia la noche. Y todo el mundo les dice: 


-Tienes que volver a tu vida normal.


El cuerpo tiene hambre, y llora y ríe. Prepara su manjar más trabajoso. Se seca su sudor, sujeta la tabla de cortar con su muñón, entre sollozos. Y suspira, avanza hacia otro nuevo lugar, y acciona los botones con la otra mano. 


La mano sola no tiene razón que esperar. No entiende de canción ni entiende la razón de encontrar el camino del río, la dulzura del panal, no entiende el tacto vital y escueto de la hogaza de pan. Una mano sola vive en un permanente desconcierto. La mano sola recibe la dureza de la mañana fría, y no sabe para qué es, porque la mano sola no tiene hambre porque no tiene boca. Una mano sola no saluda ni invita a entrar. Tampoco se alza para parar los pies en seco, ni te dice por ahí no voy a pasar. La mano sola no sabe del frío, así que olvida que sabe encender un fuego. Porque encender y mantener la llama, para qué. Una mano sola no sabe consolar. Cuando una mano sola se olvida del calor, también se olvida de dar y de rascar. Por eso está perdida, sin abrigo, sin botón, se olvida de la caricia: se olvida de vestir y se olvida de desnudar. 


Como el cuerpo sin mano, así avanzas tú hacia el otro lado del dolor, diciendo que nuestras palabras te hieren. 


Como una ciega mano a la que su cuerpo despidió, así avanza este escrito de mi mano, preguntando en el silencio negro que para mí eliges, qué ojos tendré para leer, y con qué corazón lo he de entender todo cuando esta página termine de pasar. 


Jag.

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